Un país en la calculadora (electoral)

Saltaba la semana pasada la noticia de que en algunos círculos del PSOE se barajaba la posibilidad de un adelanto electoral para el próximo otoño. Noticia que, como ya viene siendo habitual, fue rápidamente desmentida. Un inciso y abro paréntesis: ¡qué difícil lo tiene una agente económico con expectativas racionales para crearse un escenario estable con este gobierno! Cualquier rumor o noticia confirmada o incluso ley aprobada va seguida de su contrario. Cierro paréntesis. La razón para el presunto adelanto electoral no radica en la razón de Estado o el supuesto interés general del país, sino en el cálculo electoral de: a) ¿será capaz el presente gobierno de aguantar o cada día que pasa la fuga de votos es mayor?; b) el previsible buen dato del empleo tras el verano puede ser debida y mediáticamente apropiado por el gobierno y así atribuirse un éxito en materia económica del cual extraer rédito político.
Esta estrategia meramente electoralista y cortoplacista encarna el modo y espíritu de hacer política en España de los últimos años. Primero el partido y su superviviencia, que se ha convertido en un fin en si mismo. Luego, y sólo luego, importa el país. Y encima oídos sordos a las miles de personas que salen a la calle clamando, entre otras cosas, por que la clase política deje de ser el primer problema del país y un adecuado funcionamiento de las instituciones.

Pero no. La regeneración institucional-democrática no está en la agenda; sólo el «cuántos votos ganaré o perderé si adelanto las elecciones» o, en la otra parte, «mejor callados que ya se hunden ellos solitos». Con la crisis de confianza en el legislativo, ejecutivo y judicial nadie habla de pacto de Estado y grandes acuerdos marco o, incluso, de reformas constitucionales. No. Lo único que importa es llevar siempre una calculadora en el bolsillo y ver como la realidad y los escenarios previsibles van sumando o restando votos. Cuando se llegue a una cifra que, dadas las circunstancias, minimice el desastre pues finalizamos el recuento y, se convocan elecciones; y a empezar a de nuevo.