Sobre El Euro, la diversidad Europea y la perfecta movilidad de factores

La semana pasada recorrí con mi familia en coche los 2000 Km que separan Albacete de
Cambridge. Un larguísimo viaje que nos permitió recorrer un buen tramo de la geografía Europea, pasando por tres de sus grandes capitales (Madrid-Paris-Londres). En autopista los kilómetros pasan rápido y a la misma velocidad vas viendo como cambian el paisaje, los campos, la orografía, la arquitectura… y, en la última parte, incluso la manera de conducir y el sistema métrico. (Esperemos que la conversión Km-millas no me depare ningún susto de las autoridades de tráfico británicas)
Me decía un viejo profesor que en Estados Unidos recorres 5.000 kilómetros y parece como si no hubieras cambiado de ciudad. Las mismas casas, la misma gastronomía y restaurantes, los mismos espacios de ocio y consumo… y, por descontado, el mismo idioma. Aquí, en Europa, en cambio, recorres 1000 Kms y te encuentras absolutamente desorientado; máxime si esos kilómetros los recorres por el centro del continente, donde cambias varias veces de país. Quizás esta enorme diversidad de usos y costumbre, geografías, culturas y lenguas que es Europa sea uno de los principales obstáculos a los que se enfrenta el Euro y la consolidación de la Unión Monetaria.

Ya comenté en una entrada anterior (aquí)que la consideración de un espacio geográfico como Zona Monetaria Óptima requería el cumplimiento de algunas o todas de los siguientes condiciones: flexibilidad de precios y salarios, perfecta movilidad de factores y un sistema fiscal centralizado.
Pensemos en el segundo de los requisitos y los obstáculos a la perfecta movilidad de factores productivos. Parece que el factor capital no tiene mayores problemas; ahora bien, en el caso del factor trabajo, la enorme diversidad de la que venimos hablando puede ser una barrera psicológica difícil de superar. No es lo mismo recorrer 5.000 Km y comer las mismas hamburguesas y hablar el mismo idioma que recorrer 2.000 Km y cambiar la paella por el «fish-and-chips» o la «salchicha y el chucrut» y no entender lo programas de humor de la TV. Nos sorprende ver en las películas americanas como una familia empaqueta  su casa y su vida en el maletero de una ranchera e inician una nueva vida en la otra costa americana buscando nuevas oportunidades, aprovechando ofertas de promoción dentro de su empresa o por otras mil razones; ¿se imaginan esa misma disposición a viajar en el ámbito europeo?
En los últimos años parece que esta barrera psicológica ha disminuido sustancialmente debido a las generaciones de jóvenes bien formados, con idiomas y deseos de conocer nuevos países (el programa Erasmus en el ámbito universitario ha contribuido notablemente a esta movilidad); no obstante pensemos ¿qué porcentaje de la masa laboral representan estas generaciones sin miedo a la movilidad? A todas luces parece que las emigración laboral intraeuropea no será la solución para las tensiones que la pérdida de competitividad de algunos países y el enorme desempleo están introduciendo en el Euro. Estamos demasiados apegados al terruño como para dejarlo todo y emprender aventuras en territorios desconocidos. Seguimos pensando que ¡más vale lo malo conocido…!
En resumen, sin perfecta movilidad de factores y con la rigidez a la baja de los precios y salarios sólo queda apostar por un sistema fiscal centralizado para dotar a la Eurozona de la cohesión que requiere la estabilidad de una moneda común; es decir, frente al euroescepticismo y la crisis del proyecto monetario europeo lo que necesitamos es Más Europa.