YA SOMOS FACULTAD DE EDUCACIÓN

Con fecha 18 de junio el Diario Oficial de Castilla la Mancha publica el Decreto 172/2010, de 15/06/2010, por el que se modifica el Decreto 52/1998, de 26 de mayo, de creación, integración y cambio de denominación de centros y autorización de enseñanzas en la Universidad de Castilla-La Mancha.

“Artículo 3. Cambio de denominación.

Se autoriza el cambio de denominación de los siguientes centros:

a) Escuela de Magisterio de Albacete, que pasará a denominarse Facultad de Educación de Albacete.
b) Escuela de Magisterio de Ciudad Real, que pasará a denominarse Facultad de Educación de Ciudad Real.
c) Escuela de Magisterio de Cuenca, que pasará a denominarse Facultad de Educación de Cuenca.
d) Escuela de Magisterio de Toledo, que pasará a denominarse Facultad de Educación de Toledo.”

Más información (Decreto en pdf)

Habilidades Sociales y Escuela

Habilidades sociales y comunicación son conceptos complementarios que se asocian a su vez a otros como saber escuchar, saber defender posturas propias, respetar al otro…y son muchos los escolares a los que la relación con los demás les resulta muy difícil- una tortura, en algunos casos-.
Pero, ¿por qué muchos de nuestros hijos adolecen en mayor o menor medida de unas habilidades sociales mínimas? Podríamos analizar múltiples factores; citemos algunos a modo de inventario: la reducción de hijos por familia, el aislamiento individualista al que acompañan importantes aliados: consolas, televisión, ordenadores, la cantidad de horas que pasan solos en casa, la aversión a asumir responsabilidades que conllevan contar con los demás, pensar en los demás, compartir con los demás.

Es evidente que gran parte de los jóvenes encuentra dificultad para establecer contacto con los otros y relacionarse de manera adecuada. Si nos damos una vuelta por las aulas, veremos que aquel sentimiento corporativo, de curso, de 4º A, de 6º B ha desaparecido; los grupos son más heterogéneos: abundantes repeticiones, cambios de colegio, multiculturalidad, diferencias de nivel académico; en las aulas se constituyen unidades de dos, tres, cuatro a lo sumo, “colegas”, y todas ellas funcionan como establecimientos estanco, sin relación entre ellas: son entes cerrados, sin intercomunicación y sin el menor interés por lograrlo.

En los recreos, en los espacios y tiempos de ocio se ve a alumnos solos con relativa frecuencia y, cuando les preguntas por qué no se relacionan con aquel otro u otros compañeros, no aciertan a dar una respuesta precisa, pero los educadores sí la tenemos: carecen de habilidades sociales. Y este fenómeno no sólo lo circunscriben a su colectivo de iguales, sino a la familia, al resto de la sociedad.

Las consecuencias de esta carencia son más importantes de lo que puede parecernos: repercuten directamente en su rendimiento académico y en su evolución psicológica.
Procuremos que los alumnos se ocupen de aprender en el más amplio sentido del término, que ya es bastante, y no de qué van a hacer cuando llegue la hora del recreo, el tiempo libre o la clase de gimnasia.

Y luego llegará la adolescencia y esta carencia de comunicación dificultará la relación con el sexo opuesto, pues quien no fue capaz de entablar una conversación agradable con un/a compañero/a a los 8 años, difícilmente podrá acercarse a un/a chica/o con quien quisiera entablar una conversación a los 13 años.
Hay aspectos de las relaciones humanas que ni se adquieren espontáneamente ni son innatos, requieren trabajarlos, ser objeto de educarse, de habituarse, tanto en la familia como en el centro escolar. Su importancia aconsejaría incluso que fuese una disciplina más, pero no es momento de agitar más a nuestro sistema educativo: no soportaría el envite.

Debemos prestar pues a las habilidades sociales la atención que se merecen, velando por ellas en toda la jornada escolar y ayudando a los estudiantes a que las conozcan primero y a que las practiquen después. Y volvemos a lo de siempre: a la Comunidad Escolar como una unidad, por lo que las familias también debemos aplicarnos en dicha tarea: hacer los deberes. Porque tenemos-si queremos-una posición privilegiada, porque podemos compartir horas de ocio con nuestros hijos: en cumpleaños con amigos, con los niños de esos amigos que han venido a pasar la tarde en casa… Este es nuestro campo de actuación: observando, incluso desde la distancia, preguntando discretamente a los otros padres…; si acostumbramos el ojo, veremos que el ejercicio no es difícil: ¿Mira mi hijo a la cara cuando habla? ¿Saluda correctamente? ¿Se integra en el grupo? ¿Se relaciona mucho más con los mayores que con los niños de su edad? ¿Participa de los juegos colectivos? ¿Sabe compartir? ¿Es capaz de alabarnos la comida especial que le hemos preparado?, etc.

¿Han reflexionado alguna vez sobre por qué las empresas, conscientes de la importancia que para un rendimiento adecuado en el puesto de trabajo tiene la comunicación – las habilidades sociales-, se preocupan cada vez más de propiciar la creación de un ambiente agradable y de fomentar el trabajo en equipo?

¡Atentos!
Miguel Ángel Heredia García
Presidente de la Fundación Piquer