Para cualquier toledano hay sentimientos más profundos que se relacionan con las propias raíces, de alguna forma, todos hemos tenido un abuelo, un tío que ha desarrollado su trabajo en estas instalaciones. En mi caso, fue mi abuela materna quien trabajó en la Fábrica antes y después de la Guerra Civil (durante la Guerra la fábrica se trasladó a Palencia). Ella me contó infinidad de historias cotidianas: el ruido de las sirenas, el frío de la mañana, los desbordamientos de nuestro río, el sacrificio que suponía “la perra gorda”, el ambiente del taller de cartucheros (ahora Biblioteca), los primeros bombardeos… A veces, cuando voy con tiempo hacia los aularios, evoco todos esos relatos y les pongo contextos. Sin embargo, la remembranza dura muy poco, los estudiantes con su alegría y sus prisas por llegar a la fotocopiadora, los compañeros profesores cargados con sus libros y portafolios, el personal diligente a preparar las aulas, me hacen apreciar la realidad: ¡es la Universidad!
Me resulta inevitable, por un momento, sentir añoranza, pero no de lo que fue, sino de que mi abuela, al igual que de cientos de abuelas y abuelos, tíos y tías, no puedan disfrutar con nosotros de lo que es. Seguro, os hubiese gustado.