España en el G10 de las citas académicas

Hombre, una buena noticia en relación con la producción científica española. Va siendo hora, ya que cada vez que sale cualquiera de los diversos rankings con las mejores universidades del mundo nos entra el complejo de inferioridad. Aquí traigo un reciente estudio de la Royal Society (aquí) que nos da un poquito de jabón a nuestro maltrecho orgullo académico. El titular: China y España, desplazando a Australia y Suiza, se han incorporado al grupo de los 10 países con mayor número de citas en revistas académicas.

¿Será la LOMLOU? ¿Será la ANECA?¿Será el peso del curriculum del investigador principal para conseguir proyectos de investigación? ¿Será que si no tienes x sexenios te miran por encima del hombro? Todo influye
Ahora bien en esta carrera acelerada hacia la excelencia científica-cuantitativista… ¿dónde queda la excelencia docente? La dificultad en la construcción de indicadores-baremación no puede dejar a este santo sin vestir.
Bueno, pero eso es otro tema. Por el momento, quedémonos con la buena noticia.

Esperando la quinta temporada de Mad Men (II parte)

Parece que la cadena AMC ha llegado a un acuerdo con la productora de Mad Men y se anuncia la quinta temporada para Enero del 2012, pese a no haber acuerdo todavía con el creador Matt Weiner.
Aunque soy un seguidor de la serie, la anterior entrada hubiera sido más que suficiente. Ahora bien si le dedico una segunda en poco tiempo es por que creo tiene una interesante dimensión pedagógica para estudiantes de Economía. La negociación me parece ilustrativa de un modo de entender y hacer los negocios; el que por otra parte se explica en cualquier manual de Microeconomía Intermedia.
Según leo (aquí) la cadena de TV ofrece 30 millones de dólares al creador como retribución pero, además le exige, que los capítulos duren 2 minutos menos (más publicidad y aumento de ingresos) y elimine dos personajes principales (reducción de costes). En otras palabras el Homo Oeconomicus maximizador de beneficios en acción. Investigando un poco en internet sobre el precio del minuto publicitario en la franja horaria, el rango de sueldo de los personajes y el actual sueldo del productor podríamos hacer los número y ver si los 30 millones es una buena inversión. Seguro que lo es. Matt Weiner, por su parte, protesta por afectar a la integridad artística del producto; un producto que, por otra parte, funciona bien y no necesitaría de un plan financiero que asegurase su supervivencia . ¿Cual será su postura final? ¿Tragará? Tiene 30 millones de razones para hacerlo.

La interpretación metafórica de la derrota del arte frente al mercado la dejo para los de la sección de cultura.

Protestas en Londres o el «flaco favor» de los antisistema

Este pasado sábado más de 250.000 personas se manifestaron en Londres para protestar contra los recortes del gobierno (aquí). Una manifestación que transcurrió como ya es habitual: que si canciones contra el gobierno, que si disfraces, que sí pancartas… es decir, como deben ser una buena manifestación, fiesta en la forma pero firme en el contenido de la protesta. Por desgracia, tampoco faltó, la violencia de los denominados «antisistema». Los organizadores enseguida se desmarcaron, pero al final se toma la parte por el todo y lo que trasciende a los medios es el campo de batalla en que se convirtió Trafalgar Square. Una pena pues estos incidentes desvirtúan la legítima protesta ciudadana y los «antisistema» acaban haciendo un flaco favor a los objetivos de la manifestación dando argumentos a los que ocupan el poder. La imagen no es nueva y los violentos antisistema son asistentes tan habituales a los G9, G20, Davos… como los invitados oficiales; esos sí, sin tarjeta VIP.

Police clashed with violent groups at several flashpoints in central London

Una reflexión adicional: me da que muchos de los integrantes de estos grupos pertenecen a clases mas desfavorecidas (como muestran los incidentes de los barrios de Paris). Detrás de esta violencia juvenil intuyo un motivo preocupante a nivel social. La falta de perspectiva de una parte importante de la juventud que puede, por primera vez en la reciente historia occidental, estar abocada a vivir con unos estándares de vida inferiores a los de sus padres y, por tanto, a los que disfrutaron en su hogar.

Economistas en el 100-TIME Hit Parade

Comentaba ayer que somos unos forofos de las listas. Nos encantan. Forbes y Time, desde luego, se lo han currado y han sido pioneras en esta línea de negocio. Darte una vuelta por sus páginas web es como pasear por una feria de vanidades pero muy ordenadita. Además, se han convertido en un terreno de juego para el orgullo nacional. Cada vez que Forbes publica su esperada lista de los más ricos, dejamos por un momento la envidia y empatizamos con los Ortega o Botín, a ver si han escalado posiciones en el medallero. Y nos entristece que desciendan. ¡Que le vamos a hacer, el espíritu de clan tira!
Me resulta más fascinante, sin embargo, la lista TIME de las 100 personas más influyentes del mundo (aquí). Gente que está configurando, en el más amplio sentido de la expresión, el modo en que vivimos. Echar un vistazo a la sección de pensadores es tiempo bien invertido. Además este año, si mi rápida lectura no me engaña, encuentro a dos economistas: Paul Wolcker (aquí) y mi admirado Amartya Sen (aquí), premio Nóbel de Economía y voz discrepante contra el modo en que se entiende actualmente la Economía. Y que quieren que les diga, pues que me alegro. Estar en listas de este tipo tal vez contribuya a dar un poquito de «glamour» a la profesión y quitarnos de encima el tópico de aburridos y la etiqueta de «ciencia lúgubre». Por cierto, etiquetas que nos ganamos a pulso, día a día, a fuerza de una jerga tecnocrática pavorosamente aburrida. Por eso siempre admiraré a John Kenneth Galbraith y su manera de entender la presencia pública del economista.
Un último par de apuntes en relación con las listas. No puede ser que entre los 100 personajes más famosos  de Forbes (aquí) no haya ningún compatriota  y menos aún que Jennifer Aniston, una de mis dos musas virtuales, esté solo en el puesto 26. Habrá que encargar a algún economista que revise y mejore la metodología.

El Índíce Elcano de Presencia Global

Los índices me gustan. Son una excelente herramienta para transmitir información de forma sencilla y, cuando se consolidan, tienen gran capacidad de impacto mediático, entre otras cosas, porque nos encantan las listas. ¿Que le vamos a hacer? Cada vez que aparece el informe pisa, el índice de desarrollo humano, los datos del banco mundial sobre riqueza… o el medallero en las Olimpiadas lo primero que hacemos es ver donde está España y cargar munición para el debate.

Aparece ahora el Índice Elcano de Presencia Global (aquí) que trata de medir el protagonismo de un país en el escenario del mundo globalizado a partir de las variables económica, militar, científica, social y cultural (No sólo de PIB vive el hombre). Pues bien, ocupamos el puesto noveno. ¡No está mal!. Un poquito de jabón para nuestra maltrecha autoestima. Ahora bien, tampoco nos lo creamos demasiado pues, como los coordinadores del estudio nos advierten en un interesante resumen (aquí), el índice refleja el pasado boom económico (lo que previsiblemente nos hará descender en próximas oleadas). Y lo que es más importante, en el contexto de la globalización arrastramos debilidades en dos sectores clave: el tecnológico y el educativo; que personalmente creo no tienen visos de mejora a corto-medio plazo. Me da que añoraremos este noveno puesto. El año que viene retomamos el tema.

Esperando la 5ª de Mad Men

Esta mañana me han pegado el desayuno. Parece que se estanca la producción de la 5º temporada de Mad Men (aquí). Es lo que tiene la industria cultural, que cuando el producto se vuelve exitoso pesa más lo de industria que lo de cultural. Nada criticable, por cierto, y bastante racional según el principio microeconómico de maximización de beneficios.
Ahora bien a los miles de seguidores, nos deja huérfanos del mejor cine y TV (todo en uno). Mad Men es un producto sorprendente pues atrapa al espectador sin grandes giros argumentales, ni tensiones forzadas… pura narrativa de un estilo de vida. Salvando las distancias, como una novela de Murakami: adictiva sin estridencias.
Por cierto, aunque tengo otras series preferidas (ya las iremos comentando), Mad Med tiene, para mí, la mejor secuencia de la TV. (Aquí)
Una escena maravillosamente ambigua; donde es tan difícil creer en la sinceridad de Draper al desnudar su alma como en la pura charlatanería del vendedor.

Las relaciones internacionales que nos merecemos

Tenemos el panorama geopolítico y geoestratégico internacional que nos merecemos; el mismo que hemos ido construyendo, poco a poco, a golpe de «realpolitik»; de estrategias cortoplacistas; de pensar sólo en la dimensión práctica y material de la realidad (¿habrá marxistas encubiertos en los ThinkTank neocon?)
Las relaciones con el mundo árabe son un ejemplo de manual. Se apoya a dictadores y se les pasea como amigos de occidente. Interesan por su papel estabilizador en la zona, por su suministro energético y por ser unos excelentes compradores-pagadores de armas. El problema que tienen los dictadores autocráticos es que no sabes nunca por dónde te van a salir. El férreo control de la población y el culto al líder les empieza a afectar la sesera y, a partir de ahí… incontrolables. Pasó antes; pasa ahora.
Con urgencia, se busca desesperadamente el apoyo de la Liga Árabe para que la actual intervención en Libia, por razones humanitarias que no dudo, tenga legitimidad en el mundo árabe y no aparezca como una invasión imperialista occidental.
Así no se puede. Hay que apostar por unas relaciones internacionales más Kantianas, basadas en una legalidad consensuada y aprobada por todos (la ONU es un chiste) y que se respete a rajatabla, con independencia del oportunismo del momento.
Cuando estudiaba pensamiento político siempre me gustó más Kant que Maquiavelo. Menuda ingenuidad pensará Kissinger, que a base de realpolitik consiguió un nobel de la paz. 🙁

Acuerdos sospechosos

En un país en el que los dos grandes partidos de la oposición están permanentemente enfrentados, merece la pena estar atentos a los acuerdos a los que llegan. Leo indignado el último (aquí). Me parece correcto que las televisiones públicas distribuyan proporcionalmente el espacio publicitario electoral. Ahora bien, ¿el de las televisiones privadas?
Por otra parte, poner la primera piedra y la inauguración de cualquier obra pública está prohibido pero no las visitas intermedias. Menuda forma de retorcer el espíritu de la ley para prolongar el bipartidismo. Menuda forma de velar por la libre competencia democrática en periodo electoral. Menuda cara.
Por cierto, la proporcionalidad de los espacios publicitarios parece un principio nada sospechoso. Pues también podría interpretarse en términos bipartidistas: ¿porqué eligen como criterio el número de escaños y no el de votos? A fin de cuentas, ¿que refleja mejor la voluntad popular? ¿los votos individuales de cada ciudadano o los escaños obtenidos según una determinada regla electoral?

Sobre salud democrática y dimisiones

Leo, que la vicepresidenta del gobierno catalán pudo falsear su curriculum atribuyéndose una licenciatura que, a falta de unas asignaturas, todavía no tiene (aquí). Caso, por cierto, que parece no ser algo aislado (aquí). Si el error fue consciente, debería dimitir, por falta de honestidad. Si, como afirma, se debió a un error de transcripción… debería plantearse la dimisión por no estar atenta a una información de la que ella es la última responsable. Parece, no obstante, que las explicaciones dadas satisfacen al presidente (no a la oposición) y le permiten mantenerse en el cargo. Me recuerda este caso a la reciente dimisión del ministro alemán de defensa (por cierto, el más valorado del gabinate) por plagiar su tesis doctoral (aquí). Dos casos significativamente paralelos, si bien con desenlace político distinto. No es mi intención escribir este post para exigir una dimisión al hilo de la actualidad, sino para reflexionar sobre la escasa utilización del recurso a la «dimisión» en España.

La fortaleza de una democracia se sustenta en un complejo entramado de elementos tangibles e intangibles. Los primeros vienen determinados formalmente en el marco jurídico-institucional constituyente y su posterior desarrollo legislativo. Los segundos, a mi juicio más importantes, los van definiendo las prácticas políticas y ciudadanas que, poco a poco, van conformando una «cultura» democrática de la que es muy difícil sustraerse. Pues bien, y retomo el tema del post, ¿cual es esa cultura en relación con las dimisiones? Pues sencillo… Aquí no dimite nadie; uno se agazapa a esperar que escampe y santas pascuas. Solamente si la presión es insostenible se deja caer al político afectado, a modo de cabeza de turco.
Pues es una pena, pues la dimisión es un saludable recurso democrático para salvaguardar la honorabilidad de la clase política en su conjunto. Si la más mínima mancha recae sobre un político, éste dimite lo que permitiría al resto llevar con orgullo el nombre de su profesión. Pero no… En esas no estamos, más bien en a ver cuanto resisto.

Esta manera de percibir las dimisiones no es ajena a la práctica de los primeros gobiernos democráticos que contribuyeron, de forma notable, a forjar el «aquí no dimite nadie». La segunda etapa de Felipe Gónzalez fue especialmente significativa para crear ese «código de buenas/malas prácticas»;  y el PP de Aznar tampoco hizo nada, cuando le llegó su turno, por dar un ejemplo distinto. A su vez, los presidente autonómicos, cual alumnos aventajados, han perpetuado ese clima y ante un escándalo prefieren tapar a descubrir y proteger a cesar. Luego se queja la clase política de que los recientes barómetros del CIS sitúan a los políticos como una de las principales preocupaciones de los españoles (aquí).
Realmente es una pena, pues la historia nos concedió la oportunidad de diseñar una democracia, prácticamente desde cero, sin vicios arrastrados. Que distinto sería todo ahora, si ante los primeros casos de deshonestidad política el responsable hubiera actuado firmemente y no hubiera tolerado ni la más sombra de duda sobre su ministros, consejeros o concejales. O el propio político presentara su dimisión irrevocable.  
Esto me recuerda el caso de un profesor Titular de Universidad que mintió sobre su formación académica, y falseó documentos públicos para atribuirse unos títulos que no tenía. Obviamente cuando se supo, fue fulminantemente desposeído de su plaza de funcionario. Alguien podrá decirme que no es lo mismo, que para ser profesor titular necesitas, como mínimo, ser Doctor, mientras que para ser político necesitas al menos ser…  Aquí es donde está el problema, que para ser político se necesita ser, como mínimo, honesto pero ¿quien expide el título?

Por cierto, hay otra caso reciente de plagio de tesis doctoral y que, a diferencia del ex-ministro alemán, no ha implicado la dimisión del afectado (aquí). Aunque, según las noticias de estos días parece que lo van a cesar desde el exterior. Menuda metáfora para politólogos. Pues eso.

Leyendo sobre… el carácter «científico» de la economía

Acabo de finalizar la lectura del libro The puzzle of modern economics: science or ideology (aquí). Un ensayo, en tono divulgativo, sobre el estado actual de la ciencia económica, la crisis de legitimidad que sufre y las circunstancias que han llevado a ella. Interesante lectura que me lleva a reflexionar sobre los límites de la Economía como ciencia.
El autor centra el argumento a partir de dos ejemplos que ilustran los límites y posibilidades de la disciplina económica. El primero de ellos fue el diseño de las subastas de las licencias 3G en Gran Bretaña; un rotundo éxito. El segundo fue el diseño de la estrategia de transición de la URSS hacia la economía de mercado; un rotundo fracaso. De estos dos ejemplos podríamos extraer las siguientes lecciones: a) los economistas son expertos en diseñar modelos teóricos y cuando consiguen que la realidad funcione como el modelo (diseño de la subasta) los resultados son los esperados en relación con el comportamiento racional-maximizador de los agentes. b) los economistas fracasan cuando se empeñan en hacer caso omiso de la dimensión institucional-cultural de la realidad y considerar que ésta funciona tal y como describen los modelos. A partir de aquí, el libro describe el desarrollo de la disciplina durante el siglo XX, de la corriente principal y de las alternativas heterodoxas, lo que le permite al Backhouse recorrer la tensión entre la elegante modelización-matematización y la falta de realismo y predicción que ha llevado a la Economía a sufrir una profunda crisis de identidad desde el punto de vista metodológico.

Personalmente creo que la economía se equivoca de enfoque al intentar buscar el «prestigio» científico en la modelización matemática. Quien sabe si no nos iría mejor si nos desprendiéramos del complejo de inferioridad y asumiéramos los límites que impone el objeto de estudio (sociedad). Para ello deberíamos cambiar el enfoque y pensar en términos de Economía Política y filosofía moral, como hicieron los clásicos. La matemática no es la única manera de aproximarse a la realidad social; también sirve la lógica argumental y su verificación empírica. En resumen, y parafraseando un conocido adagio periodístico, evitemos el «que la realidad no te estropee un buen modelo».