La báscula en el puente Gálata y el carácter emprendedor

He estado recientemente en Estambul. Un congreso de pensamiento económico me llevó a disfrutar cuatro días de esta caótica, colorista, vital, histórica, marítima, poética, Europea y Asiática, moderna y desvencijada, gigantesca ciudad. Estambul es famosa, entre otras cosas, por su Gran Bazar y el mercado de las especias; pero cuando la paseas te das cuenta de que el verdadero bazar no es una espacio físico sino mental y cultural: todo está en venta, cualquier objeto encontrado se convierte en mercadería; cualquier rincón se convierte en tenderete. Cientos de vendedores, reales o simulados y con un enorme oficio, ofrecen miles de cachivaches por las calles. Pregonan a voz en grito ofertas y gangas. Por la energía que ponen parece que te están ofreciendo lo último en tecnología; pero no, con frecuencia, el carrito está lleno de frusleríasque hace años en Europa descansan en vertederos. Como muestra un botón.
Cruzando el puente Gálata había un Turco con una báscula alfombrada tipo años 60, posiblemente rescatada de cualquier lugar o comprada de 5º mano. Allí estaba, sin embargo, con su producto, ofertando, por el módico precio de 1 lira turca, poder pesarte en pleno puente sobre el cuerno de oro. No me digan que no merece un premio al emprendedor del año. Si yo me encuentro esa báscula o me toca en herencia, lo único que se me ocurre es tirarla; aquél señor, sin embargo, decidió montar un negocio. Además, por eso de la diversificación de producto, al lado tenía también varias flores secas; quizás para venderlas aparte, quizás para regalarlas como consuelo a quien la báscula le diera un disgusto.
¡Qué lastima no haber llevado una cámara de fotos para poder capturar esa auténtica postal del gran Bazar que la historia y el cruce de caminos han hecho de Estambul!

Escuchando a Sadeq Sayeed

Asistí ayer a la conferencia organizada por la veterana asociación de estudiantes de economía de Cambridge, «Marshall Society». El invitado era el financiero Sadeq Sayeed, Ex-Vicepresidente ejecutivo del Conglomorado financiero-industrial Nomura y arquitecto de la compra en 2008 de la división Europea-Oriente Medio-Africa de Lehman Brothers, que llevó  a la corporación japonesa a la primera división mundial de los bancos de inversión. Un crack de las grandes finanzas, del que dicen que se ha embolsado más de 30 millones de Euros como regalo de jubilación y que ahora dedica su dorado retiro a gestionar, más por entretenimiento que otra cosa, un fondo de inversión y a impartir sabiduría financiera en el Imperial College de London y en el MIT. Imagino que enseñando a sus alumnos como pueden conseguir un bonus de jubilación de tal calibre en vez de un reloj y una palmadita en la espalda.
El señor Sadeq, irradiando confianza en sí mismo y en sus logros, planteó la sesión de la siguiente manera. Imaginen que me ven caminando por la calle y que disponen de 15 minutos de mi valioso tiempo, ¿qué me preguntarían? Obviamente, entre la audiencia  de estudiantes, salieron muchas de las preguntas que rondan a toda la ciudadanía por la cabeza. Las siguientes resultan particularmente ilustrativas; más o  menos fueron así:
P: ¿Una mayor regulación evitaría crisis futuras?
R: Absolutamente, no.
P: ¿Que opina de la moralidad del comportamiento de los mercados?
R: No soy un economista; sino un financiero. Conozco como funcionan los mercados, las reglas que los rigen y no voy a entrar en debates filosófico-teóricos sobre el asunto.
P: ¿Funcionan los mercados de forma eficiente?
R: Absolutamente sí
P: ¿Cuales ha sido las causas de la crisis?
Llegados a esta pregunta, la que él esperaba, nos contó la historia que había venido a contar.
Para él la causa última de la crisis financiera, hay que buscarla en una regla implícita que la mayoría de los gobiernos han transmitido a los mercados: no va a dejar quebrar a las grandes (incluso medianas) compañías financieras. El ser humano se mueve por incentivos; básicamente, a su juicio, ganar dinero. Si el gobierno acude al rescate, ¿quien se preocupa de los riesgos? Es un claro ejemplo de una situación ganadora-ganadora; si juego de forma arriesgada y sale bien, los retornos son mayores que los de las decisiones conservadoras; si sale mal, el gobierno y los ciudadanos, en última instancia, cubren las pérdidas. ¿Quien no entra en la partida con éstas reglas de juego? El señor Sadeq afirmaba que los financieros, aunque sea implícitamente, adoptan decisiones bajo esta premisa. La cobertura está tanto más garantizada cuanto mayor es la compañía. Por tanto, el problema no es del tiburón financiero que sin escrúpulos negocia de mala fe, a sabiendas de que engaña; sino del gobierno que adopta la decisión, como mal menor, para la economía de no dejar caer a los grandes. Eso sí, los pequeños que se las apañen como puedan. De paso, nos contó que con Lehman Brothers realizó la operación de su vida, comprando unos activos (físicos y humanos) a precio de saldo que, bien gestionados y ayudado por las inmensas inyecciones monetarias de los gobiernos occidentales, han dado unos beneficios estratosféricos en tan sólo un año.
Soluciones a la crisis: reglas simples en vez de complejos marcos regulatorio, no dudar de que el ser humano se mueve básicamente por incentivos (monetarios básicamente) y anticipando las decisiones de los adversarios, dejar caer a quien no sabe jugar como medida ejemplarizante. Ya se encarga el mercado se encarga de eliminar la grasa que sobra. Casi me convence de la perfección del sistema.
De lo del riesgo moral ya estaba convencido. Si bien, puede llegarse a un compromiso en la manera en que se gestionan los recates. Por ejemplo la responsabilidad patrimonial de la alta dirección y la forma en que se blindan contra la adversidad.
Un tema, que surgió, pero en el que el señor Sadeq no entró fue el de la ética de los negocios, pues el es «un banquero inversor y no un economista». Y éste me parece que es el elemento central de la presente crisis financiera. Puede que en el entorno de las grandes finanzas internacionales o eres despiadado o no sobrevives; pero el gobierno y la sociedad debería velar porque no se sobrepasaran ciertos límites. El primero legislando y endureciendo el marco de lo que se considera lícito en honesta competencia, la segunda mediante la denuncia y disconformidad.
En las sociedades actuales la mayoría de los ciudadanos no comete delitos. Esto se debe, en parte, a la existencia de un sistema jurídico que castiga al que delinque (juez externo); pero, sobre todo, a la conciencia (juez interno) que nos lleva a descartar aquellos actos que consideramos injustos, perversos, dañinos para con los demás. Así es como se comporta, o lo intenta, la mayoría de la ciudadanía en su vida diaria; lo cual permite la convivencia. Obviamente, el cordón de seguridad, del sistema judicial hace falta; pero estoy convencido de que su poder disuasor es menor que el de la conciencia. Máxime si se tiene en cuenta lo ridículo de las penas para numerosos delitos.
Al final el señor Sadeq lleva razón; todo se reduce a un problema de incentivos. Esto nos debe llevar a reflexionar sobre la educación y los valores éticos que están impregnando la sociedad del siglo XXI. ¿A qué estamos incentivando en la familia, en al escuela, en la sociedad, en los medios de comunicación? ¿Cuáles son los héroes? ¿A quién se quiere imitar? ¿Cuáles son los objetos de deseo que perseguimos en busca de la felicidad?

Hakek Versus Keynes, desde otras narrativas

El enfrentamiento entre Keynes y Hayek en versión Rap ha tenido tanto  éxito en internet que los responsables han decidido ir a por la segunda parte.
La idea no es nueva; si la original y divertida versión rap. La primera parte del documental «La batalla por la economía mundial» titulada «la batalla ideológica» presenta el debate intelectual Keynes-Hayek como el gran debate ideológico que ha recorrido la disciplina económica durante el Siglo XX. Las simplificaciones excesivas corren el riesgo de pasar por alto elementos significativos; no obstante, la utilidad pedagógica es indudable. Yo mismo he utilizado estos materiales en la asignatura de Macroeconomía Intermedia y el debate está garantizado.
Pongo a continuación los enlaces a todos estos materiales:

I. Debate Keynes-Hayek versión RAP (I) y (II) Más información (Aquí)

II. Debate Keynes-Kayek «La Batalla por la Economía Mundial: La batalla ideológica»

Mirando sin contemplar

Tengo la teoría de que uno no conoce realmente un sitio hasta que no se aburre en él.
Personalmente disfruto más de un pausado café frente a una gran monumento que del ajetreo, las colas y el cansancio físico y empacho mental que provoca la visita turística. De hecho, no me supone ningún problema viajar miles de kilómetros y dejarme una iglesia o un museo sin visitar. Parece, sin embargo, que es más común la actitud opuesta. No ver los lugares emblemáticos de una ciudad es como una especie de fracaso; nuestra expedición no ha culminado con éxito y al regresar al hogar sufriremos la humillación de tener que decir «no estuve allí» y tener que articular una explicación con visos de excusa.
Tampoco comprendo al que renuncia a visitar de nuevo un sitio porque ya lo conoce. ¡Hombre, pero si allí ya hemos estado! No entiendo que si gustó la primera vez se renuncie a repetir. Es como no querer disfrutar una y otra vez de un buen plato de comida, porque ya conocemos su sabor.

Ando estos meses por Cambridge, una ciudad agradable donde las haya, pero que se vuelve absolutamente agresiva los fines de semana por la cantidad de turistas que invaden sus calles y Colleges. Una pena que no puedan disfrutar del paseo en barca sin chocar unas con otras o de una Evensong en el King’s College sentados en el coro prácticamente en solitario.
Es cierto que el tiempo es limitado y que en la mayoría de los casos sólo podemos conocer los lugares que visitamos sin vivirlos, apresurándonos como turistas y no sintiéndolos como ciudadanos habituales. No obstante, siempre nos queda la opción de tomar la decisión de renunciar a la prisa y a la siguiente visita y detenernos a contemplar sosegadamente un lugar, y contemplarlo varios horas o conversar sobre él con los compañeros de viaje, sin agobiarnos porque algo se nos quedó por ver.

Sobre los crímenes económicos contra la humanidad

A raíz de las crisis financiera global que todos estamos sufriendo, se está empezando a hablar de un concepto realmente interesante: «Los crímenes económicos contra la humanidad» (Aquí). ¿Veremos algún día sentados en el banquillo de los acusados a todos aquellos que de forma consciente contribuyeron a crear una burbuja que, al explotar, derivó en la actual crisis? Ciertamente hemos visto a algunos presuntos responsables sentados en las comisiones de investigación del Congreso de los Estados Unidos, pero todo ha quedado en el mal trago que algunos hubieron de pasar ante la dureza de las preguntas de algunos congresistas y la exposición pública de sus desorbitadas ganancias y lujoso nivel de vida.
Los orígenes y desencadenantes de la crisis han quedado relativamente bien explicados: a) la desregulación financiera que permitió a las entidades financieras elevar los niveles de inversión y riesgo en relación con sus activos; b) la «fabricación» de unos productos financieros basura, envueltos en lujosos paquetes de derivados financieros que se vendía a un precio muy superior al activo que escondían, todo ello avalado por agencias de rating; c) La intervención de los gobiernos (nacionalización de las pérdidas) para no dejar caer a las grandes entidades financieras por sus potenciales efectos desestabilizadores globales (demasiado grande para caer).
Los responsables directos de la desregulación y de la venta fraudulenta de productos basura tienen rostro, nombre y apellido y no son millares de brokers, sino unas decenas de personas que diseñaron una compleja ingeniería financiera para vender algo por encima de su justo precio. Ocultaron la información de lo que «realmente» estaban vendiendo y el aval de las agencias de rating sancionó ese precio artificial. No puedo juzgar si fueron conscientes de la potencial capacidad de destrucción/desestabilización financiera; posiblemente no, pero ello no les exime de su responsabilidad; pues sabían que vendían engañando.

Según la Corte Penal Internacional un crimen contra la humanidad es «cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, cometido como parte de una ataque generalizado o sistemático contra una población civil». Es cierto que la crisis financiera global no tiene su origen en un ataque con armas convencionales; pero a la vista de los acontecimientos y las dramáticas consecuencias para millones de ciudadanos quien podría dudar que las «subprime» podría lícitamente considerarse como «armas de destrucción masiva». Si hemos invadido países por armas que no existen, ¿cómo no vamos a poder juzgar a los responsables de esta nueva modalidad de «armas de destrucción masiva» en su versión financiera? El efecto pedagógico de estos juicios y el mensaje lanzado al mundo, seguramente, disuadirá a futuros maquinadores financieros y daría tranquilidad y respeto por la justicia al resto del común de los mortales.

Un poco de hermenéutica matutina

Esta mañana, paseando hacia el despacho, el modo aleatorio del ipod me deparaba una sorpresa. La estupenda canción «Tears in Heaven» de Eric Clapton, dedicada a su hijo Conor que falleció accidentalmente a los 4 años. He escuchado esa misma canción cientos de veces pero nunca como hoy. Después de una par de meses en Cambridge sin ver a mi hijo, la canción me ha sacudido. No sé cómo es capaz de cantar esas estrofas sin que se le quiebre la voz. Esto me recuerda la única frase que he memorizado inmediatamente después de leerla en un libro: «El paisaje es un estado del alma» de la Caverna de José Saramago. Como dice un buen amigo mío, que me enseñó el significado de la palabra «hermenéutica», la vida es capaz de sorprendernos y maravillarnos a cada instante, sólo hace falta estar atento. Pero, ¿quien tiene tiempo para estar atento? Andamos con lo sentidos embotados y una empanada mental descomunal, confundiendo lo «contingente con lo necesario», como dirían en «Amanece que no es poco». Una pena.

Viendo «Inside Job»

En el excelente documental ganador del Óscar «Inside Job» se cuenta que Richard Fuld, CEO de Lehman Brothers, hizo instalarse su propio ascensor privado, de tal manera que se desconectó de todos. El chófer llamaba al ascensor, un guardia de seguridad aguantaba la puerta y él entraba directamente de tal manera que «sólo habría dos o tres segundos en los que tuviera que ver a la gente». (Aparece en los últimos segundos del siguiente fragmento)

Dan Ariely, en su recomendable libro «las trampas del deseo», muestra como las estafas o engaños online son percibidos como menos graves que los atracos directos.
¿Qué tienen en común estas dos historias? Que indudablemente es más fácil engañar cuando no vemos el rostro de la persona a la que estamos engañando.
Stigler, uno de los grandes apóstoles de la eficiencia del libre mercado y de la desregulación, afirmaba que no es que el ser humano no fuera altruista sino que la preocupación por los demás es muy fuerte entre la familia y los amigos y parientes cercanos pero disminuye cuando aumenta la distancia social de la persona.
Así pues, la gran paradoja de la globalización es que al tiempo que nos enriquece económicamente, nos empobrece socialmente pues aumenta la distancia con las personas que van a «consumir» el producto de nuestro trabajo. Es decir, negociamos y vendemos nuestros productos a «gente sin rostro».

El patrón de comportamiento es completamente distinto cuando el objeto de nuestro trabajo se dirige a la comunidad-sociedad donde vivimos. En este contexto la «gente tiene rostro» y convivimos con ella a diario. En este caso la honestidad prima en espera de un comportamiento recíproco, promoviendo además un clima agradable para la convivencia. Lo cual, por cierto, no deja tampoco de ser egoísta. Ya advertía Adam Smith de las ventajas para la propia persona de la honestidad.
Pero volviendo a la «gente sin rostro», ¿No les parece sospechoso que las grandes empresas distribuidoras de comunicaciones, energía, … prefieran sustituir los servicios presenciales de atención al cliente por números de teléfono? Por encima del ahorro de costes, prima la cuestión de que se evita que el responsable tenga que mirar directamente a la cara del cliente y ver el desengaño, el sufrimiento o el enfado por un producto que no cumple con lo prometido. ¿Les suena la historia?
En conclusión, a los ejecutivos de la industria financiera les resulta menos doloroso embolsarse millones de dólares en bonus por vender productos tóxicos y estafar a gente a las que no tienen que ver cada día. No es mala terapia preventiva. Quizás a Richard Fuld, lo del ascensor, se lo aconsejó su psiquitra.

Stiglitz y la lección que a los ricos no les entra en la cabeza

Joseph E. Stiglitz, nobel de economía 2001 y reconvertido azote de neoliberales, ha escrito un estupendo artículo de opinión que recomiendo (aquí). Las cifras de arranque son demoledoras: en los últimos 25 años, el 1% de la población americana más rica ha pasado de controlar el 12% al 25% del ingreso anual y del 33% al 40% de la riqueza nacional. Es decir, un brutal incremento de la desigualdad en la sociedad americana; una desigualdad perseguida con avaricia y desenfreno pero que pueden llegar a lamentar.
El artículo toca muchos palos: la falta de escrúpulos de la industria financiera, el negocio de la defensa, las connivencias gubernamentales para favorecer a los más ricos (tema principal del oscarizado documental Inside Job), el descenso de las inversiones públicas, la reducción de impuestos… y retrata como se ha ido deteriorando el sueño americano compartido, para convertirse sólo en el sueño de unos pocos.
El artículo, no obstante, resulta especialmente interesante por la idea que Stiglitz inteligentemente sugiere y deja en el aire: Los ricos están jugando con fuego en su visión cortoplacista; no se dan cuenta de que su destino está unido al resto de la población. «A través de la historia, esto es algo que el 1 por ciento superior finalmente acaba aprendiendo. Demasiado tarde». A buen entendedor… sobran las referencias a cualquiera de las revoluciones que han jalonado la historia

Y lleva razón. No existen burbujas de lujo en las que aislarse, sino destinos compartidos. La clase alta-rica puede despertar cierta sana envidia y el deseo de alcanzar ese status; pero cuando las diferencias se vuelven obscenas y, sobre todo, cuando la riqueza se ha obtenido provocando artificialmente la miseria del resto, de la envidia se pasa al odio y al deseo de venganza por la riqueza perdida.
Por cierto, toda una ironía que el artículo lo publique en Vanity Fair… o no.

Sobre Uniones Monetarias, el Euro y el manual de instrucciones

Decíamos en una entrada anterior (aquí) las tensiones que sufre el Euro por el asimétrico impacto que está teniendo la crisis entre los distintos países de la Unión Monetaria Europea. Mientras que un Euro fuerte beneficia, o no perjudica excesivamente a Alemania, por su capacidad (competitividad) exportadora, otros países ven como un Euro fuerte dificulta considerablemente sus comercio exterior. A la vista de lo cual una lectura rápida de la Unión Monetaria podría ser: ¡menuda castaña de diseño! Un producto pensado para durar una eternidad y a los 10 años, ante la primera dificultad, ¡menuda castaña de diseño. El «ingeniero» que lo pensó no debía andar muy fino. Sin embargo, otra lectura es posible. ¿hemos leído bien el manual de instrucciones? Lo mismo el producto estaba bien diseñado pero no lo hemos utilizado como se recomendaba. Habrá que ir pues al diseño teórico original; es decir, al artículo de 1961 de Mundell sobre las zonas monetarias óptimas.

En su propuesta teórica Mundell identificaba cuatro mecanismos de ajuste en caso de una perturbación asimétrica (la que afecta de forma distinta a las regiones), a saber:

  • flexibilidad de los tipo de cambio,
  • flexibilidad de precios y salarios,
  • perfecta movilidad de factores, y 
  • un sistema fiscal centralizado.

A partir de aquí identificó como área monetaria óptima (espacio adecuado para una unión monetaria y el establecimiento de una moneda común) aquel en el que el tipo de cambio nominal no es necesario como instrumento de ajuste; es decir, aquella región geográfica que, o bien sólo sufre siempre perturbaciones simétricas, o bien dispone de los 3 últimos mecanismos para hacer frente a las perturbaciones asimétricas. Hasta aquí la teoría.

En Europa pensamos que ciertos países podrían constituir una zona monetaria óptima, y en esas nos embarcamos con el Euro. Se establecieron los requisitos de Maastricht para ver quien podría entrar al club, con los que cumplieron se estableció la zona euro, la convertibilidad fija en 1999 y la circulación de monedas y billetes en 2002; por cierto de colores muy alegres y vistosos y con grandes prohombres europeos.
La pregunta es evidente, ¿Sufre todos los países las perturbaciones en el mismo sentido? Parece que no, a la luz de los acontecimientos de la última crisis. Las diferencias en las estructuras productivas y competitivad exterior, unido a diferentes estrategias de política económica ha hecho que los países sufran de forma radicalmente distinta los efectos de la crisis.
No obstante, sufrir perturbaciones asimétricas no implica no ser una zona monetaria óptima; aún quedan tres mecanismos de corrección. Pero, ¿Realmente es así?
Primero, los precios y salarios son ciertamente rígidos a la baja; véase, por ejemplo, como el fantasma de la deflación no ha aparecido y, a pesar, de la crisis de demanda los precios siguen subiendo. Segundo, la perfecta movilidad de factores es una mera ilusión en Europa; la legislación sobre la libre circulación de personas no elimina las barreras psicológicas, sociales, culturales y tecnocráticas que implicaría dicha movilidad. Por ejemplo, en Estados Unidos un trabajador empaqueta su casa en un par de días lo mete todo en el monovolumen y se despalaza de costa a costa. Aquí es impensable. Tercero, la centralización fiscal queda aún más lejos; aunque, a mi juicio, éste será el único camino que a largo plazo podrá garantizar la supervivencia del euro. La mejor respuesta ante los problemas de Europa en «Mas Europa».
En definitiva, el producto no es que estuviera mal diseñado sino que lo hemos querido aplicar a una realidad para la que no se pensó; no somos una zona monetaria óptima. Exculpemos al «ingeniero» jefe y hagamos casos de su propuesta inicial. Si queremos una moneda común ya podemos ir pensando en una política fiscal común. Los eurobonos podría ser un primer paso (aquí)
En el proceso de construcción Europea dejar de pedalear no implica quedarse en el sitio sino caerse.

Alemania, PIGS y la tensión del Euro

Para deformar un muelle es necesario dos fuerzas en sentido opuesto o bien que un extremo esté fijo. Esta imagen puede ser ilustrativa de las tensiones que está sufriendo la Unión Monetaria Europea. De una parte, Alemania se mantiene firme en su posición de control de la inflación y exigencias de disciplina fiscal (extremo anclado). De otra los, con muy mala leche denominados PIGS, se han visto sometidos a fuertes presiones especulativo-financieras en relación con la deuda soberana (extremo que estira). Ahora bien, si el muelle finalmente se deforma, ¿a quién habrá de atribuirse la culpa? Es cierto que no se deformaría si se redujese la fuerza que estira, pero también si el extremo anclado se moviese un pelín. ¿Que tal un poquito de inflación en Alemania para aliviar la tensión?

Alemania ha apostado claramente por tirar para adelante ella sola y beneficiarse de su enorme competitividad y de la inelasticidad de buena parte de sus exportaciones, con lo que un Euro fuerte no le hace mucho daño; más bien le beneficia pues aumenta sus ingresos exteriores. No obstante, la credibilidad de la unión monetaria le afecta y ha centrado todos sus esfuerzos en la disciplina fiscal de los países del Sur. El pacto de estabilidad y las reformas laborales se han convertido en el principal caballo de batalla de Angela Merkel. Que no digo yo que no. Pero las tensiones sobre el Euro, no sólo provienen de la debilidad fiscal (realidad objetiva) amplificada por razones financieras (realidad especulativa) de los países del sur más Irlanda, sino también de su apreciación como moneda internacional debido a las exportaciones alemanas, lo que dificulta aún más el cuadro macroeconómico de estos últimos, pues encuentran mayores dificultades para exportar.
Solución: pues un poquito de inflación alemana por encima de la media europea no vendría nada mal. Pero claro con este cuento no se puede ir al BCE, tan ortodoxo, disciplinado y germano él. Además,  puede que nos encontremos con el peor escenario posible, inflación importada en Alemenia por los incrementos de precios de sus importaciones Asiáticas; es decir, inflación importada y no derivada de una política monetaria expansiva.
En definitiva, en el caso de las tensiones del Euro, que cada palo aguante su vela.