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Carta publicada en El País: Investigación y sexenios (…y correspondencia CNEAI)

Transcribo más abajo la carta que envié a El Pais (aquí) en la que, sin cuestionar el sello de excelencia que suponen los sexenios de investigación, sí criticaba que el sistema tiende a «menospreciar» la investigación en campos minoritarios, como puede ser el de la Historia del Pensamiento Económico.
Me explico:
En el Campo 8 «Ciencias Económicas y Empresariales» para obtener un sexenio la CNEAI establece que «Con carácter orientador, se considera que para obtener una evaluación positiva en las áreas de Ciencias Económicas y Empresariales, al menos dos de las cinco aportaciones deben ser artículos publicado en revistas con impacto significativo dentro de su área en el «Social Sciences Citation Index» o en el «Science Citation Index»; o bien que las cinco aportaciones sean artículos publicados en revistas recogidas en dichos índices.» Es decir, con dos publicaciones de»alto impacto» podría obtenerse un sexenio. Ahora bien, en campos como el Pensamiento Económico, al ser muy reducido el número de investigadores, el propio método de cálculo hace casi imposible que el factor de impacto sea alto; de hecho sólo hay cuatro revistas indexadas, y con un bajísimo nivel de impacto. En consecuencia, para obtener un sexenio si te dedicas al Pensamiento económico te va a «costar» siempre y en todas las ocasiones cinco artículos mientras que en otros campos podría «costarte» dos, y todo ello pese a publicar en las revistas más prestigiosas de Pensamiento Económico; con un proceso durísimo de revisión-publicación que se extiende entre 20-30 meses.
La nada sospechosa revista nature, que ocupa el número 2 en el ranking, crítica la excesiva dependencia del factor de impacto a la hora de orientar la investigación (aquí).
Los franceses, que en esto y en otras muchas cosas, nos llevan la delantera,  han solucionado el problema y la Comisión de Evaluación de la Actividad Científica Francesa creando su propio ranking de revistas lo que les permite contextualizar las investigaciones y sus impactos. (Aqui las de Economía y Gestión).

Carta al director. El País. 26 de junio.

Recientemente se han resuelto las evaluaciones de la actividad investigadora del año 2013. Los conocidos como “sexenios” de investigación se han convertido en el patrón de excelencia investigadora del profesorado universitario español. Un “sello” de calidad altamente valorado entre la comunidad científica. El sistema presenta muchas luces y alguna sombra, como la sacralización del “factor de impacto” como casi exclusivo índice de calidad.
Dicho factor, calculado a partir del número de veces que un artículo es citado, sirve de aproximación cuantitativa al interés y relevancia que dicha publicación suscita entre la comunidad científica. Los índices más utilizados son los de la empresa Thomson-Reuters. Este sistema provee a los evaluadores del ministerio de una herramienta precisa y barata para evaluar a los científicos. El problema es que tiende a infravalorar aquellos ámbitos de investigación minoritarios, en los que no existe una masa crítica de investigadores y publicaciones que eleven el número de citas.
¿Debemos por ello abandonar esos ámbitos o asumir que un “sexenio” nos va a “costar” siempre más publicaciones? El ministerio debería ser sensible a esta problemática y tomar ejemplo de Francia, cuyo Centro Nacional de la Investigación Científica elabora sus propios rankings de revistas, atendiendo a criterios más amplios que el del “factor de impacto” de la empresa Thomson-Reuters.—
Modificado el 14 de julio de 2014, para incluir la carta que remití al Presidente de la CNEAI sobre la problemática y la respuesta que me ofrecieron
La contestación tiene tienes esperanzadores, pero juzguen vds. mismos.

CARTA PRESIDENTE CNEAI
D. Fabio Monsalve Serrano
Profesor CD – Historia del Pensamiento Económico
Facultad De CC. Económicas y Empresariales
Universidad de Castilla-la Mancha
D. Jorge Sainz González
Presidente de la Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora
Estimado Sr.
Mediante la presente vengo, en primer lugar,  a reconocer el alto valor añadido que la Evaluación de la Actividad Investigadora encomendada al organismo que vd. preside otorga al profesorado universitario. El trascurso de los años ha dotado de prestigio a un proceso que, por su rigor, supone un reconocible sello de calidad al investigador que alcanza las evaluaciones positivas.
Ahora bien, y en segundo lugar, el sistema presenta algunas fallas, de no difícil subsanación, que en su corrección podrían aumentar cualitativamente su eficiencia, transparencia y rigor. Particularmente desearía atraer su interés sobre aquellos campos de investigación que, por minoritarios en la Academia, se ven necesariamente infravalorados. Esta situación afecta especialmente a la Historia del Pensamiento Económico con sólo cuatro revistas incluidas en el «Social Sciences Citation Index» y un bajísimo nivel de impacto; atribuible no tanto a la falta de calidad científica cuanto a su carácter minoritario. Tener en cuenta casi exclusivamente el factor de impacto -como parece deducirse de los criterios de evaluación vigentes en el campo 8- puede devenir en un importante agravio comparativo para ámbitos de investigación minoritarios. Es mi opinión que, el actual sistema de evaluación de la actividad investigadora desalienta los esfuerzos investigadores en determinados ámbitos
El “Comité National de la Recherche Scientifique” francés ha afrontado y resuelto el anterior problema elaborando anualmente una clasificación de revistas según dominios de investigación que permite contextualizar las publicaciones y sus impactos. Un sistema similar sería deseable en España pues de él se derivarían numerosos beneficios, entre ellos: no dejar languidecer la investigación en campos minoritarios, reconocer la calidad de revistas no incluidas en el SSCI y potenciar la investigación en castellano.
Esperando que mis consideraciones sean de su interés y contribuyan a mejorar la calidad de un sistema que tanto bien está haciendo a la investigación en España, me despido atentamente.
RESPUESTA CNEAI
Estimado Sr. Monsalve:
Hemos recibido su sugerencia presentada el 23 de junio […] en relación a que la CNEAI realice una clasificación de revistas según dominios de investigación que permita Contextualizar las publicaciones y sus impactos.
En primer lugar, queremos agradecerle la presentación de su escrito que nos ayudará a mejorar el servicio que ofrecemos. En cuanto al contenido de su sugerencia, le comunicamos la respuesta recibida desde la Dirección General de Política Universitaria:
Le agradecemos la sugerencia que nos hizo el 23 de junio de 2014, de que la CNEAI realice una clasificación de revistas según dominios de investigación que permita contextualizar las publicaciones y sus impactos. Tendremos en cuenta su sugerencia para futuras convocatorias y reformas de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora. La contestación a su consulta sólo tiene efectos informativos. La contestación a esta consulta no tiene carácter vinculante para la Dirección General de Política Universitaria. Por lo tanto, sobre la materia objeto de consulta, siempre prevalece lo que disponga la legislación administrativa y universitaria que sea de aplicación.
Cordialmente,
Dirección General de Política Universitaria,
Unidad de Quejas y Sugerencias
Oficina de Atención al Ciudadano.
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

La familia, para lo bueno y para lo malo

Lo Malo.
Uno de los aspectos más comentados del denominado «informe Wert para la reforma universitaria» es el aspecto de la desfuncionarización del profesorado. Para los miembros de la «Comisión de Expertos para la Reforma del Sistema Universitario Español» (con excepción del voto particular) uno de los elementos que explicarían la baja posición (matizable, por cierto) de las universidades españolas en los rankings internacionales (aquí aquí) serían la falta de incentivos y competitividad asociados al sistema funcionarial. La Comisión deja traslucir cierta querencia por el modelo anglosajón en que los centros gozan de gran autonomía para contratar (y remunerar) a su personal, en la confianza de que la dirección fichará a los mejores pues de ello depende su propia supervivencia y la rendición de cuentas ante la sociedad.
El comentado programa Salvados «cuestión de Educación» reflejaba similar planteamiento al describir el sistema del profesorado finlandés. No hay carrera funcionarial, sino fichajes de los mejores, para ofrecer los mejores resultados ante la sociedad (y ocupar los puestos más altos en los rankings).
Indudablemente, estoy convencido de que en abstracto, un planteamiento gerencial y competitivo alienta la contratación de los mejores. No obstante, si algo nos ha enseñado la economía institucional es que las circunstancias importan. Y que, con demasiada frecuencia, la tozudez de la realidad destroza un excelente, elegante y científico modelo académico.

Pensemos ahora en la propuesta de «fichajes» por estos lares, donde los vínculos familiares son sagrados, la partitocracia política tiene una enorme capacidad de presión y donde las envidias, nos hacen recelar de la cualificación de cualquiera. Bueno, no hace falta que pensemos mucho: históricamente cerca tenemos la figura Galdosiana del Cesante, tan característica de la alternancia política de finales del XIX. De hecho, el actual estatuto tan garantista de la Función Pública, se planteó como una respuesta ante el disparate de las Cesantías y el nepotismo. Pero como los españoles somos de naturaleza tozuda y persistente, visto la imposibilidad de funcionarizar a familiares y amigos pues optamos por un camino intermedio a través de los cargos de confianza. Hemos sustituido la figura del funcionario cesante, por la del cargo de confianza cesante, en expectativa de destino. En definitiva, parece ser que hemos hecho del «quien no tiene padrino no se bautiza» toda una filosofía de inserción laboral. Así pues, ya me dirán como casamos esta psicología socio-laboral con dotar a los equipos gerentes de centros educativos con el poder de contratar a quien quieran y por el salario que quieran.
Desde este punto de vista, las relaciones familiares serían un fuerte hándicap para implantar modelos más competitivos.
Lo bueno.
Como hemos visto las familias latinas son muy exigentes con sus miembros a la hora de demandar apoyos, pero también generosas -a la hora de dar cobertura económica y emocional ante reveses de la vida. ¿Cómo explicar que con una tasa de paro del 26% y con las miles de ejecuciones de desahucio anuales no estemos ante revueltas sociales más cruentas? Pues porque las familias están acogiendo, de vuelta, a hijos con familias enteras. El trauma de pedir «asilo» a tus propios padres tras independizarte durante 10,20 o 30 años debe ser mayúsculo, pero ese techo y esa comida están librando a miles de familias, provenientes de una clase media acomodada, de la exclusión social. Las organizaciones asistenciales están alertando de que la crudeza de la crisis está tensando excesivamente las relaciones familiares pero, por el momento, el dique resiste.

Para concluir, no seré yo quien defienda un sistema en el que se «fichan» a los amigos y familiares por encima de los mejores, pero olvidarnos de la capacidad de presión familiar y del deseo que todos podamos tener de hacer favores es negar la realidad. El modelo anglosajón es, seguramente, más eficiente pero requiere una institución familiar diferente, menos visceral. Estoy convencido de que los valores economicistas nos están haciendo caminar hacia ese modelo de mayor independencia familiar y desapego, y en una par de generaciones quedará poco de ese concepto de clan. Lo estamos ya percibiendo en el trato a los mayores. Y no sé yo si con el cambio ganamos o perdemos.

El «melón» universitario: reformas y rankings.

Decimos en la Mancha que hay que tener cuidado con abrir un melón, que luego no se pueden cerrar. Pues bien, antes o después se veía venir que tocaría abrir el «melón» universitario. Por lo pronto se crea una comisión de expertos y se suben las tasas universitarias. Además se abre el debate sobre la calidad de la enseñanza universitaria española. A decir verdad, estoy de acuerdo con buena parte de los argumentos que alientan este camino reformista: sobredimensionamiento, elevada tasa de abandono universitario, prolongada permanencia de los alumnos, inadecuada estructura de tasas académicas, obsoleto planteamiento de la carrera docente e investigadora… Ahora bien, un argumento que me rechina especialmente es el de que España no cuenta con ninguna universidad entre las mejores del mundo (aquí y aquí). El dato es contundente y debe ser un indicador a tener en cuenta, pero que conviene matizar.

Primero.- «Los peligros de cualquier ranking«. Imaginemos que tenemos una clase con 25 alumnos. A la hora de escoger el método de evaluación podemos escoger entre que aprueben los 10 mejores o que aprueben todos los que superen el examen de conocimiento. ¿Que sistema cree el lector que es más justo y, además, racional? ¿Suspendería usted a quien demuestra los conocimientos necesarios sólo porque no está entre los mejores o más brillantes? Para que en una clase de 25, podamos seleccionar a los 10 mejores es matemáticamente necesario que haya 15 peores; lo cual sólo indica que están peor preparados en términos relativos pero no necesariamente en términos absolutos. A buen entendedor…
Segundo.- «La metodología del ranking«. Los ranking suelen sobre-ponderar la dimensión investigadora sobre la formativa o profesional; en buena parte debido a la facilidad de medición de la primera, en un claro ejemplo de que la disponibilidad del instrumental condiciona los resultados. En este sentido siempre me ha sorprendido que el prestigio de que gozan la Universidad de Comillas o la de Deusto entre la clase empresarial española no se refleje en una alta posición dentro de los rankings nacionales. ¿Se equivocarán los empresarios al permitir que formen sus cuadros de mando y pagarles además altos salarios?
Tercero.- «Las funciones de la Universidad«. La creación de conocimiento (lo que primariamente miden los rankings) es uno de los cuatro objetivos que la LOU-LOMLOU (Art. 1) atribuye a la universidad. Los otros tres son: formar profesionales, difundir el conocimiento en el ámbito universitario y fuera de él. Por tanto, no es de recibo evaluar toda la calidad universidad con arreglo a sólo uno de los cuatro objetivo. O bien cambiamos los objetivos o bien construimos indicadores más exhaustivos. En este sentido también sorprende que si nuestras universidades son tan malas (por no estar entre las 200 mejores) que nuestros egresados emigren a otros países europeos y encuentren de forma competitiva trabajos cualificados (medicina, enfermería, ingenierías…)
Sacralizar los rankings puede llevar a perder la perspectiva de que la universidad tiene otros tres objetivos distintos de la creación del conocimiento y no menos importantes. Si nos empeñamos en centrarnos sólo en el primero y establecemos la estructura de incentivos adecuada, seguramente lo conseguiremos a medio plazo; la calidad investigadora aumentará pero puede que la calidad formativa disminuya. Los profesores preferirán no salir de sus despachos y centrarse en escribir artículos en vez de atender alumnos y preparar unos buenos materiales docentes.

Prostitución (de ideas) Académica

Pensé en titular esta entrada «Prostitución Académica», a secas, pero decidí aclarar el asunto entre paréntesis, pues los buscadores de internet los carga el diablo y no quiero que alguien, buscando otro tipo de contenidos, llegue hasta aquí y se sienta un tanto decepcionado por no ser mi foto la que esperaba encontrar.

A lo que vamos. Reordenando papeles en el despacho me he encontrado con un interesante artículo académico del año 2003 de Bruno Frey titulado «Publishing as prostituion? Choosing between one’s own ideas and academic success» El título del artículo resume excelentemente la tesis del autor y el problema que aborda. Pongámonos en antecedentes.
En el mundo anglosajón desde hace décadas y en el español, principalmente desde la reforma universitaria concretada en la LOU-LOMLOU, el éxito académico está directamente relacionado con la calidad de las publicaciones que uno pueda acreditar. Dicha calidad se suele medir por el factor de impacto; es decir, por el número de veces que el artículo y la revista en que aparece son citadas. Con estos números se construyen índices, convertidos en el patrón de medida de la excelencia académica. A mayor número de citas corresponde una posición más elevada en el índice y mayor influencia y prestigio. El índice más utilizado a nivel internacional es el de Thomson (Journal Citation Report). En España disponemos de uno elaborado por la Universidad de Granada (In-RECS).
El autor sostiene que este sistema penaliza la creatividad científica. Dado que el éxito académico (y con ello tus habichuelas) depende de las publicaciones, existe un fuerte incentivo a escribir lo que la línea editorial de la revista está dispuesta a publicar y a realizar cuantos cambios en el artículo exija el evaluador anónimo (para publicar en una revista, el proceso habitual suele ser contar con el informe favorable de dos evaluadores anónimos). En algunos casos, los comentarios enriquecen el artículo, pero en otros, anulan algunas de las ideas principales; y sacar la dignidad a relucir puede ser una mala inversión.
El más conocido ejemplo es el del premio Nobel de Economía 2001 George Akerlof, cuyo artículo más emblemático «Market for Lemons» fue rechazado por la «American Economic Review» y la «Review of Economic Studies» por ser trivial y por el «Journal of Political Economy» por demasiado genérico. Finalmente, fue publicado por el «Quaterly Journal of Economics» convirtiéndose en uno de los artículos más citados de todos los tiempos.
En España, los requisitos de publicaciones establecidos por la ANECA obligan al profesorado a luchar contra el tiempo en una carrera por publicar como sea, diciendo lo que sea en revistas que se consideren de prestigio. De lo contrario peligra, y seriamente, la carrera como profesorFlaco favor se hace a la ciencia con esta perspectiva tan cuantitativista y eficiente (no diré yo lo contrario) pero tan poco rompedora con el estado actual del conocimiento. Por cierto, y de la docencia ¿quien se acuerda?

PS. Agradezco a mi compañera MAD que me hiciera llegar tan estupendo artículo.