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El «casi» peor de los escenarios posibles

En materia de política económica no estamos en el peor de los escenarios posibles, pero casi. Como es bien sabido la actual estrategia económica se ha construido en torno a dos pilares fundamentales: la austeridad y las reformas; dando lugar a una situación que, a juicio de muchos, está alargando la salida de la crisis y, lo que es peor, la agonía y el sufrimiento de miles de ciudadanos. A la luz de los parcos resultados cabría preguntarse tanto si los tratamientos -gasto público y reformas estructurales- como las dosis son las correctas. A mi juicio SI y NO. ¿Las variables a tratar son las adecuadas?; pues SI. ¿El enfoque adoptado es adecuado?; pues NO. Vamos por partes.
Si consideramos que cada una de las dos variables objetivo admite dos estrategias (y una sucesión de estados intermedios entre ellas), la combinación nos daría lugar a cuatro escenarios. En relación con la variable gasto público no moveríamos entre el estímulo y la austeridad y en relación con la variable reformas nos moveríamos entre avanzar en el camino reformista o quedarnos quieto. Así pues los cuatro escenarios serían:

  1. Estímulos con reformas
  2. Austeridad con reformas
  3. Austeridad sin reformas
  4. Estímulo sin reformas

La particular ordenación corresponde a lo que, a mi juicio, sería una gradación del mejor al peor escenario. ¿Adivinan en cual nos encontramos? Pues no en el peor, pero sí en el siguiente.
El estímulo sin reformas es un pésimo escenario por muchas razones, pero básicamente por su insostenibilidad en el tiempo si vienen mal dadas. Esta es una estrategia de muy corto plazo y abocada al fracaso cuando la crisis persiste más allá de un intervalo muy corto de tiempo. Fué, si no recuerdan mal, lo que intentó nuestro ínclito anterior presidente del gobierno con su política chupi-güay de «mas madera» y buen rollito para todos los miembros y miembras de nuestra sociedad, sin querer ver que la crisis era mucha crisis, incluso para la conjunción astral Obama-Zapatero. Al final se cayó del guindo y el 10/05/2010 giró el timón y puso rumbo al escenario número 3. En el cual nos encontramos todavía; pues aunque el PP publicita a bombo y platillo a Mariano Rajoy como «reformator», las cosas no son tan así. El PP dice situarse en el escenario 2, pero aún anda a medio camino.
Los costes principales de las empresas son los laborales, los financieros y los energéticos. Si analizamos cada uno de ellos veríamos que las reformas están muy lejos de alcanzar un escenario que fomente la competitividad. La reforma laboral complica, más que clarifica, el escenario de las relaciones laborales (multitud de contratos, judicialización,…). La reforma financiera no ha incrementado el crédito a disposición de las empresas y familias. El sector energético, si alguien entiende cómo se fija el precio de la energía, pues que me lo explique. En definitiva, mucha austeridad, pocas reformas y ninguna de calado que nos haga salir de este capitalismo castizo (recomendable lectura), controlado por pocas estirpes empresariales y dependiente del BOE, que dificulta enormemente la competencia. Por no extenderme demasiado, ya no hablo de la reforma de administración o de la reforma del sistema educativo que cada 4 años toca.
En cualquier caso, el escenario 2 tampoco nos va a sacar de la crisis.

Parece que Rajoy, al igual que Zapatero, también ha caído del guindo y empieza a reconocer que el escenario que eligió tampoco es el correcto. Es necesario moverse al escenario número 1. Pero en este sentido, al gobierno le faltan bemoles para liderar un bando con los países del Sur y Francia que hagan ver al bloque germánico que así no se puede. Que los estímulos son necesarios como reconoce la Reserva Federal, el Banco de Japón, el FMI… y multitud de organismos y economistas menos los «econócratas» europeos con nuestra amiga Merkel a la cabeza.
En definitiva, reformas que nos saquen de nuestro capitalismo castizo SI, pero con estímulos.

Así no, Mariano

Como ya dije anteriormente, en una de las entradas más leídas, los economistas aciertan cuando la realidad se comporta como el modelo, pero fracasan estrepitosamente cuando se olvidan de la dimensión histórico-institucional. El ejemplo de la transición económica de la Ex-URSS es paradigmático. Hace unos días veía una antigua entrevista a Gorbachov, en la que el antiguo dirigente se quejaba amargamente sobre como occidente se comportó: «hicimos lo que vuestros expertos nos dijeron». De todos es sabido cual ha sido el resultado: un estado desamortizado y vendido al mejor postor, con nulos beneficios sobre el común de los mortales. No digo yo que al final del túnel y con el desarrollo económico y la estabilización democrática, la población rusa no estará mejor que en el antiguo régimen; pero sí estoy convencido de que el camino tomado va a ser más largo y penoso que el que hubiera resultado de una transición menos liberal y más controlada.

La anterior disgresión sobre Rusia me sirve para insistir en que la realidad es muy tozuda. Dos años de recortes no han servido sino para profundizar en la crisis. Numerosos expertos, seguramente tan bien intencionados como los que asesoraron a Rusia, insisten en la vía de la austeridad para el crecimiento económico. Y así lo único que hacemos es tomar el camino más largo y doloroso. Tras los excesos, la purga era y todavía sigue siendo necesaria; pero ha de acompañarse de otras medidas.
Muchos repiten, con el ministro Montoro, «que no hay dinero» y que por tanto las medidas son inevitables. Pongo en duda la premisa: los inspectores de hacienda llevan tiempo advirtiendo del fraude fiscal, así como del incremento de las operaciones en paraísos fiscales. Pero, además, aunque se acepte la premisa «no hay dinero», no tiene por qué aceptarse la consecuencia de la austeridad y los recortes como única política posible. Existe otra alternativa, involucrar al Banco Central Europeo en la estrategia del crecimiento económico y no sólo sobre el control de la inflación. Que dicha práctica este explícitamente prohibida (Art 101 Tratado UE), no debería ser un problema ante lo extraordinario de las circunstancias. Otros artículos se han modificado en las sucesivas versiones del tratado constitutivo. Prestar dinero a los gobiernos endeudados o monetizar la deuda tiene efectos perversos sobre la inflación, pero ahora la inflación es el menor de nuestros males. Una expansión monetaria a través de los préstamos directos al tesoro puede dotar de la liquidez que necesita el sistema y así frenar la especulación y sacarnos de ésta por un camino menos doloroso que el de la austeridad-hacia-el-crecimiento.
Los mercados han olido sangre. Saben que España se va a dejar los higadillos (recortes y más recortes) para poder pagar y no dudan de los retornos, lo que, por el momento, les da unos pingües beneficios. El problema es que puede que aprieten tanto que la sangre deje de fluir. Entonces los de la sabiduría convencional dirán que el mercado pone a cada uno en su sitio. ¡Ya! 
Posiblemente el presidente del gobierno no tiene mucho margen de maniobra, pero sí puede, al tiempo que introduce reformas estructurales de hondo calado y de resultados a largo plazo, pelear por cambiar el status quo del Banco Central para hacer más fácil el camino a corto plazo.


Pintan bastos a menos que las autoridades monetarias tiren de chequera

Cuando la deuda pública parece que nos da un respiro y los mercados nos prestan más dinero a un precio menor (aquí), va el FMI y nos fastidia el desayuno. Por lo visto se ha filtrado un documento en el que el organismo financiero rebaja su previsión respecto al crecimiento de la economía española; de hecho no es una rebaja sino un cambio de signo. De afirmar hace 4 meses que España crecería al 1,7% (aquí) pasa a sostener que entrará en recesión los dos próximos años. Hasta la semana que viene no publicarán el informe oficial, pero ya vemos por donde pueden ir los tiros.

La pregunta realmente interesantes es qué ha ocurrido en el interín para que el FMI cambie tan drásticamente sus proyecciones. Pues o mucho me equivoco o la respuesta hemos de buscarla en el monumental ajuste fiscal que se está aplicando en la economía española. Este ajuste tendrá un impacto directo en la contracción de la demanda y, lo que es más preocupante, en las expectativas de la ciudadanía. Los agentes económicos no acaba de confiar en el efecto expansivo de la austeridad fiscal, principal argumento teórico subyacente a las políticas contractivas que se vienen aplicando desde el 2010. Políticas que parece que no acaban de funcionar. ¿persistir en el error no será errar dos veces? Esto me recuerda una conversación de hace un par de noches con un amigo que con mucho cinismo (leáse mala leche) me preguntaba: oye Fabiete, ¿con tantos economistas listos que hay en el mundo (también había mala leche en la omisión personal implícita al formular la pregunta) cómo es que no acabamos de salir de ésta?
Mi respuesta fue la que ya vengo dando, más o menos explícitamente, en este blog. Nos hemos empeñado en el control del déficit como principal política contra la crisis, esperando que el ajuste devuelva la confianza a los agentes privados, olvidando que el principal problema es la demanda, el crédito y la nula inflación. El dinero que las autoridades monetarias inyectan en la banca no llega a los hogares pues prefieren utilizarlo para recapitalizarse o comprar deuda pública (lo de que el BCE preste barato a la banca para que ésta preste más caro a los gobiernos es para nota) y el dinero que llega a los hogares se ahorra en espera de tiempos peores o se utilizar para pagar deudas con lo cual no moviliza nueva producción. ¿Qué hacer pues? Mi propuesta, sabiéndome del guión, de los textos cuasi-bíblicos que proponen los manuales de economía convencional sería: Línea de crédito ilimitada a interés 0 por parte de las autoridades monetarias para que las administraciones públicas puedan pagar las deudas ya contraídas (no para nuevas).
Nota.- si constitucionalmente el BCE no puede hacerlo (Art. 101), pues se cambia la constitución UE, pues «la ley está hecha para el hombre…» o bien se hace a través de otros intermediarios (FMI)
Las ventajas serían:
  • Introducir liquidez en la economía.
  • Minorar el déficit público, debido al menor coste de financiación.
  • Acabar con la incertidumbre de los proveedores del sector público.
  • Leve inflación que desapalanque en parte las economías domésticas y las empresas.
Los posibles inconvenientes
  • Descontrol de la inflación.
  • Pérdida de competitividad exterior; aunque vemos que en el contexto internacional llevamos las de perder en la competencia vía precios.
  • Riesgo moral del derroche público; al final viene alguien y paga la factura de la fiesta. 

Creo que los dos primeros son asumibles dado el nivel de desempleo y las nulas perspectivas de crecimiento.

En relación con el «riesgo moral», creo que se ha aprendido la lección de que en época de auge el Estado debe ahorrar, y no derrochar suntuariamente, para cuando vienen mal dadas; siendo entonces el momento de gastar. Y si los políticos no lo han aprendido, pues se aplican con rigor las leyes de estabilidad. En cualquier caso, errores pasados no debe estar permanentemente lastrando el futuro. La factura de la fiesta hay que pagarla como sea y cuanto antes y pasar página y si cierta heterodoxia monetaria nos puede ayudar a salir de ésta, pues bienvenida sea.