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Draghi, el tibio intento de alegrar el patio y la bronca alemana que le espera

Les comentaba en la entrada anterior… que hay cosas que el dinero no puedo comprar como el amor, la amistad o un premio nobel, pues el mero y simple hecho de sugerir la idea de la compra las destruye. No se puede alquilar un amigo (que preciara llamarse como tal) ni comprar un premio nobel (pues acabaría con su prestigio, como las sombras que se ciernen sobre el nobel de la paz). Por otra lado, hay cosas que el dinero puede, pero no debe comprar pues cuando los valores sociales o altruístas compiten con los valores económicos… siempre acaban perdiendo los primeros (poner un precio a la donación de sangre más que un estímulo que aliente la generosidad, implica un cambio en la lógica valorativa; habrá gente que por sentido social esté dispuesta a «sufrir» un pinchazo y una pérdida de tiempo, pero no por dinero). Estas reflexiones, no cuestiona el papel vital del dinero en unas economías de mercado, que tanta prosperidad (sin negar las sombras) generan. Más bien, precisan para lo que no sirve el dinero, a la vez que refuerzan para lo que sirve; básicamente para «engrasar» la economía a través del crédito bien utilizado y para asignar más eficientemente los recursos en el presente y entre el presente y el futuro.

La reflexión anterior sobre el «papel» del dinero y la responsabilidad de quien lo gestiona viene al hilo de la reciente decisión del BCE de dar un giro radical a su política monetaria. Por fin, ha decidido darle una utilidad que va más allá del mero medio de intercambio y abordar directamente uno de los principales lastres de las economías europeas (sobre todo del sur) en su camino hacia la recuperación: la deflación. El dinero no puede comprar la amistad; pero si puede puede resultar muy útil en la lucha contra la congelación de precios, que tanto sufrimiento está provocando, sobre todo en el Sur de Europa. En unas economías sobre-endeudadas y con escasa capacidad de consumo, la deflación profundiza la crisis al incrementar el coste de la deuda y posponer las decisiones de consumo. Es cierto que la inflación genera incertidumbre y supone  una re-distribución aleatoria de la riqueza de los prestamistas a los endeudados, pero en la actual coyuntura moderados niveles de inflación aliviarían el peso de la deuda y no perjudicarían en exceso a los ahorradores; por lo que sería la menos mala de las alternativas. Las medidas del BCE no destacan por su valentía, pero es un primer paso en la dirección que muchos economistas venimos reclamando (aquí).
Dicen que los economistas, somos incapaces de anticipar el futuro y que lo que hacemos realmente bien es explicar el pasado. Pues bien, en algunos casos, como el que nos ocupa de la errónea-política-monetaria y excesiva-austeridad-fiscal el análisis es de manual de primero de economía y hace cinco años Krugman vino a España y ya nos contó que nos atásemos los machos, pues tocaba sufrir (aquí). Pienso, por tanto, que si las medidas se hubiesen tomado antes como hizo la FED americana, quizás parte del sufrimiento generado por la deflación salarial se podría haber ahorrado. Leo con estupor, por ejemplo, que el problema de la pobreza no sólo está asociado al desempleo, sino a los bajos salarios.
Por otra parte, en Alemania no deben andar muy contentos con Draghi; de hecho Merkel ya lo ha llamado para que pase por recepción. Alemania nunca ha querido escuchar ningún mensaje distinto al del euro fuerte (le beneficia en sus exportaciones, dada su inelasticidad) y al del supositorio fiscal que purgue a los perezosos y derrochadores países del sur. Nadie discute el derecho de la competitiva-disciplinada-eficiente Alemania a quejarse del Sur, pero estamos todos en la misma nave por lo que debemos consensuar el rumbo. La deriva nacionalista de la ciudadania europea en las pasadas elecciones es un claro toque de atención. Pero en esto Alemania anda muy, pero que muy despistada como ya he comentado (aquí, aquíaquí). Una nave de la que Alemania, por cierto, extrae pingües beneficios dada su capacidad exportadora al resto de países miembros. En un estudio que estoy ultimando, se ve claramente como una de las principales beneficiarias indirectas de la política de desarrollo rural es Alemania, vía importaciones de bienes alemanes de los países beneficiarios de los fondos.
Bueno, para concluir, deseemos mucho ánimo a Draghi para que aguante dignamente el tirón de orejas de Merkel y, si es posible, tire para adelante con medidas «inflacionarias» más valientes.

Cae el PIB Alemán. ¿Malas noticias?

Según el último parte de guerra de Eurostat, el PIB de la Eurozona y de la Unión Europea ha caído en ambas  un 0,3% durante el último trimestre del 2011, con el agravante de que la locomotora alemana también empieza a sufrir las embestidas de la crisis y verá contraída su economía en un 0,2%. Pésimas noticias para los Europeos ¿o no?

Parece que Alemania, con su fortaleza exportadora y su capacidad de endeudarse a coste 0 o negativo, pensó que la crisis no iba con ella, que era cosa de otros, que había que meter en cintura a los vagos y derrochadores habitantes del sur.No diré yo que desde el sur no se hayan dado argumentos sobrados para hacer enfadar a los vecinos del norte, pero la estrategia terapéutica emprendida por Alemania, al más puro e inflexible estilo germánico, basada en las teología de los recortes, ataca directamente la línea de flotación del barco del Euro y, lo que me parece más relevante, a la propia esencia del proyecto político de integración europea; hasta ahora, conviene recordar, la única fórmula anti-conflictos bélicos europeos que ha demostrado ser verdaderamente eficaz.
Pues bien, que me despisto, Alemania con su premeditado estrangulamiento fiscal y monetario y la confianza ciega en el efecto expansivo de la austeridad fiscal está haciendo zozobrar el barco, y que si nos hundimos, nos hundimos todos. Puede que no económicamente pero sí Europeísticamente.
Por esto, el decrecimiento Alemán puede no ser tan mala noticia. Quizá lleve a la señora Merkel a ver la necesidad de abrir el grifo de los euros y del gasto público. Si no hay dinero, si la actividad económica se paraliza, si cae en picado la confianza de los consumidores y en cadena la de los empresarios y la inversión ¿dónde van a colocar los su estupenda maquinaria de última tecnología producida hiper-eficientemente?
Como ya dije, la estrategia alemana tiene un claro efecto pedagógico pero cuidado no vayan a pasarse de frenada.

Ecuaciones vs Arte y buen oficio

Lo siento, pero creo que de esta no salimos a base de ecuaciones.
La instrumentalidad de la economía axiomática es indudable, pero la realidad suele ser muy tozuda. Las ecuaciones, los modelos y las políticas económicas (herramientas) que de ellos se derivan funcionan relativamente bien en circunstancias «normales» pero no en circunstancias «extraordinarias», como con las que ahora mismo nos toca lidiar. Para arreglar el euro, vamos a necesitar algo más que las herramientas convencionales.
El siguiente ejemplo puede ser ilustrativo. Imaginemos un ingeniero al que le encargan la construcción de un puente. Con toda seguridad el proyecto será «perfecto» en los planos y las cargas, medidas, distancias… cuadrarán con precisión milimétrica. Ahora bien, en la fase de ejecución, la dirección de obra se enfrentará a innumerables contratiempos que habrá de solucionar sobre el terreno, tomando decisiones que alteren los parámetros inicialmente proyectados; de lo contrario, peligra la el puente en sí y su buen funcionamiento. por otra parte, no está de más recordar que cuando los técnicos se empecinan en obviar la realidad, aumentan las posibilidades del desastre, como de cuando en cuando nos recuerdan trágicas noticias (un puente o una carretera arrastrados por la riada, una urbanización anegada….). Como ya hemos señalado la realidad suele ser muy tozuda. Abro paréntesis. Este ejemplo me vino a la cabeza al recordar la historia que un abuelo me contó sobre la construcción de la variante de su pueblo. Los ingenieros diseñaron el trazado y los mayores del lugar les advirtieron el trazado pasaba por una torrentera natural; los ingenieros obviaron el consejo con el resultado de que cuando llueve en abundancia el agua impide la circulación. Cierro paréntesis.
Retomo el discurso económico. Pensemos ahora cual es la actitud de nuestros prohombres europeos a la hora de afrontar los problemas asociados al Euro. Puede que los mercados funcionen eficientemente pero, habrá de reconocerse que no siempre es así, que surgen contratiempos y que los contratiempos requieren «modificar» los planos originales y aplicar soluciones imaginativas. No parece ser el caso. Los líderes europeos, asesorados por sesudos (y ortodoxos) economistas, han decidido seguir construyendo el Euro con los planos originales (sin inflación y controlando el déficit público). Esta ortodoxa política económica, que sería muy recomendable en «circunstancias normales», no parece serlo ahora pues o bien no conseguirá solucionar el problema a corto plazo o bien lo conseguirá a un coste humano y social altísimo.
Ya comenté anteriormente que la Economía tiene algo de Alquimia (Aquí). Las formulas magistrales (léase ecuaciones) no suelen ser de aplicabilidad universal y el buen economista es aquel que sabe cómo combinar los ingredientes, según las cambiantes circunstancias, para obtener el resultado deseado. Es decir, que necesitamos mucho arte y buen oficio y no sólo ecuaciones convencionales, válidas sólo para circunstancias normales.

Eurobonos SI, Eurobonos NO

Si algo está dejando claro la señora Merkel estos días-semanas es que hay dos cosas de las que no quiere ni oir hablar y mentárselas es mentarle a la bicha, a saber: los Eurobonos y la posibilidad de monetizar la deuda (que el BCE compre deuda pública de forma ilimitada). Las razones, a mi juicio, son principalmente tres de índole económico y una de índole pedagógico-punitivo. Empecemos por las económicas. En primer lugar, hay que señalar el pavoroso miedo a la inflación que campa por aquel país (el trauma de la hiperinflacción, el caos económico y su influencia en la llegada del nazismo ha quedado grabado de forma indeleble en la psicología colectiva alemana). En segundo lugar, no debemos olvidar la racionalidad maximizadora de beneficios que les lleva a preferir endeudarse más barato individualmente que más caro colectivamente; la pela es la pela. En tercer lugar, Alemania quiere preservar el interés de su banca con grandes cantidades de deuda soberana de dudosa solvencia y salvar los trastos lo más que pueda. Todas ellas razones muy ortodoxas y muy respetables.

Ahora bien, a mi juicio, la principal es el deseo de disciplinar a los díscolos y perezosos vecinos del sur que andan de fiesta en fiesta, viviendo a crédito por encima de sus posibilidades y queriendo dilatar el momento en que llega el cobrador del frac a base de nuevos préstamos. Si mamá Merkel viene ahora con la eurochequera, paga los desperfectos de la fiesta y simplemente da una reprimenda a los niños puede que éstos se lo tomen a chunga y vuelvan a las andadas. Por eso, dice que no paga hasta que no mejoren su compartamiento. (Esto es lo que los economistas llamamos técnicamente problema de riesgo moral).
Varias cuestiones habría que indicarle a la señora Merkel al respecto.

  • Primero, que el problema del riesgo-moral-país es importante pero no lo es menos que el riesgo-moral-banca TBTF (too big to fall) y, sin embargo, parece que el tratamiento ha sido completamente distinto. Los rescates billonarios desde el 2008 parece que no duelen al bolsillo; máxime cuando alguna porción del déficit fiscal se debe a esos rescates.
  • Segundo, el ambicioso y utópico proyecto de la Unión Europea, que Jean Monnet supo condensar en una preciosa frase (no coaligamos estados, unimos hombres), y que ha permitido el mayor período de paz y prosperidad en toda la historia de Europa, no puede construirse sólo en torno al mero concepto economicista de «¿Cuanto pastel me toca? o ¿qué hay de lo mío?».
  • Tercero, Alemania parece querer empujar al díscolo Sur al abismo con intención terapéutica; es decir, sólo cuando veamos el precipicio bajo nuestros pies nos pondremos en serio a trabajar (reformas, austeridad…). En otras palabras quiere meter miedo pero no nos dejará caer, porque no le interesa. El problema es que cuando se juega tan al borde, alguno puede tropezar y caerse.

 Si creemos, de verdad, en el proyecto de los «Estados Unidos de Europa» (Churchill Dixit) la actitud no puede ser dejar caer al rezagado. Como, de hecho, Alemania no hizo con sus hermanos del Este, aunque le costara incurrir en enormes déficits. Ya sabemos que el cáncer de pulmón lo provoca el consumo de tabaco y por esos invertimos en educar contra el tabaquismo; ahora bien, no se le niega la atención médica necesaria cuando el fumador cae enfermo y todos corremos con el gasto, aunque sea exclusivamente culpa de quien decidió comprar una cajetilla de tabaco (riesgo-moral-tabaco) . Pues esto es parecido, hay que educar en la disciplina fiscal, el esfuerzo, la austeridad… y en vigilar que todos remamos en la misma dirección pero si alguien se cae del barco hay que lanzarle un flotador antes que permitir que se ahogue. No vale el argumento de que así la barca más ligera. Si todos nos beneficiamos del Euro, todos tenemos que remar.
Señora Merkel, ¡hay que estar a las duras y las maduras!

Sobre el carácter eurorganizador del café para todos (aunque cada cual a su manera)

Hablaba en la última entrada del reto monetario que supone la enorme diversidad cultural europea. En concreto, argumentaba que la estabilidad del Euro requiere de la movilidad (perfecta para los ortodoxos) de factores productivos; en ausencia de ésta sólo una mayor centralización fiscal podrá sostener la moneda común a largo plazo y en distintas fases del ciclo económico. En resumen, «más Europa».
Retomo el tema Europea al hilo de las siguientes viñetas que, sin llegar a ser virales, han tenido una gran difusión en la red.

Las viñetas definen toda una manera de entender el proyecto de construcción europea y circulan como una explícita crítica a la Unión Europea y a la imposibilidad de tal quimera. Parece deducirse de las viñeta que Europa sólo es posible en base al pacto, a la componenda y al respeto al otro pensando en el beneficio propio. «Yo pido lo mío y luego ya negociaremos». En un principio, la identidad de intereses y la traumática experiencia de la II Guerra Mundial hicieron fácil el acuerdo respecto al café, pero parece que con las sucesivas ampliaciones el acuerdo se complica.
Extrañamente, yo lo veo justamente al revés. Precisamente esa mayor complejidad es lo que caracteriza o, mejor aún, define Europa. Europa no es un espacio geográfico sino una identidad construida a partir de la diversidad y el antagonismo; sin los cuales existiría el espacio físico pero no el concepto sociológico y cultural.   En mi opinión hay «más Europa» en la segunda viñeta que en la primera; de hecho, la segunda es realmente Europa y la primera un mero acuerdo entre caballeros.

Mi particular lectura de las viñetas está fuertemente influenciada por el libro «Pensar Europa» del filósofo francés Edgar Morin. El autor considera que la identidad Europea emerge con el cristianismo [El islam hace Europa (la aísla) y Europa se hace contra el Islam (lo enfrenta)] e irrumpe con fuerza con el «torbellino histórico Euroorganizador» que fueron el renacimiento y la Edad Moderna caracterizadas por las inter-retroacciones conflictivas entre Estados y sociedades. Los Estados no son homogéneos sino fruto del bricolaje de alianzas, herencias, anexiones y guerras. Europa se configura como el batiburrillo de esos batiburrillos. La identidad cultural europea se constituye a partir del fértil encuentro de la diversidad, el antagonismo y la complementariedad.
Por tanto, las divisiones y conflictos son las causas de la diversidad cultural que, en sí misma, es constitutiva de la identidad de Europa y su signo más distintivo.
En entradas anteriores he reclamado «más Europa» como respuesta a los retos económicos. Ahora también la reclamo como respuesta a los retos globales, sociales y políticos.
Como advierte Morin, la conciencia europea se haya subdesarrollada respecto a los progresos reales de la comunidad de destino. Una comunidad de destino que se refuerza ante el enemigo común. El problema es que al desaparecer los enemigos intraeuropeos, el enemigo queda ya en nosotros mismo: la catalepsia, la descomposición y el fatalismo.
Una pena, pues Europa aún puede seguir siendo un referente para el mundo si abraza lo más distintivo de su ser: la cultura judeo-cristiana-grecolatina, marcada por la espiritualidad, el humanismo, la racionalidad y la democracia.

Sobre El Euro, la diversidad Europea y la perfecta movilidad de factores

La semana pasada recorrí con mi familia en coche los 2000 Km que separan Albacete de
Cambridge. Un larguísimo viaje que nos permitió recorrer un buen tramo de la geografía Europea, pasando por tres de sus grandes capitales (Madrid-Paris-Londres). En autopista los kilómetros pasan rápido y a la misma velocidad vas viendo como cambian el paisaje, los campos, la orografía, la arquitectura… y, en la última parte, incluso la manera de conducir y el sistema métrico. (Esperemos que la conversión Km-millas no me depare ningún susto de las autoridades de tráfico británicas)
Me decía un viejo profesor que en Estados Unidos recorres 5.000 kilómetros y parece como si no hubieras cambiado de ciudad. Las mismas casas, la misma gastronomía y restaurantes, los mismos espacios de ocio y consumo… y, por descontado, el mismo idioma. Aquí, en Europa, en cambio, recorres 1000 Kms y te encuentras absolutamente desorientado; máxime si esos kilómetros los recorres por el centro del continente, donde cambias varias veces de país. Quizás esta enorme diversidad de usos y costumbre, geografías, culturas y lenguas que es Europa sea uno de los principales obstáculos a los que se enfrenta el Euro y la consolidación de la Unión Monetaria.

Ya comenté en una entrada anterior (aquí)que la consideración de un espacio geográfico como Zona Monetaria Óptima requería el cumplimiento de algunas o todas de los siguientes condiciones: flexibilidad de precios y salarios, perfecta movilidad de factores y un sistema fiscal centralizado.
Pensemos en el segundo de los requisitos y los obstáculos a la perfecta movilidad de factores productivos. Parece que el factor capital no tiene mayores problemas; ahora bien, en el caso del factor trabajo, la enorme diversidad de la que venimos hablando puede ser una barrera psicológica difícil de superar. No es lo mismo recorrer 5.000 Km y comer las mismas hamburguesas y hablar el mismo idioma que recorrer 2.000 Km y cambiar la paella por el «fish-and-chips» o la «salchicha y el chucrut» y no entender lo programas de humor de la TV. Nos sorprende ver en las películas americanas como una familia empaqueta  su casa y su vida en el maletero de una ranchera e inician una nueva vida en la otra costa americana buscando nuevas oportunidades, aprovechando ofertas de promoción dentro de su empresa o por otras mil razones; ¿se imaginan esa misma disposición a viajar en el ámbito europeo?
En los últimos años parece que esta barrera psicológica ha disminuido sustancialmente debido a las generaciones de jóvenes bien formados, con idiomas y deseos de conocer nuevos países (el programa Erasmus en el ámbito universitario ha contribuido notablemente a esta movilidad); no obstante pensemos ¿qué porcentaje de la masa laboral representan estas generaciones sin miedo a la movilidad? A todas luces parece que las emigración laboral intraeuropea no será la solución para las tensiones que la pérdida de competitividad de algunos países y el enorme desempleo están introduciendo en el Euro. Estamos demasiados apegados al terruño como para dejarlo todo y emprender aventuras en territorios desconocidos. Seguimos pensando que ¡más vale lo malo conocido…!
En resumen, sin perfecta movilidad de factores y con la rigidez a la baja de los precios y salarios sólo queda apostar por un sistema fiscal centralizado para dotar a la Eurozona de la cohesión que requiere la estabilidad de una moneda común; es decir, frente al euroescepticismo y la crisis del proyecto monetario europeo lo que necesitamos es Más Europa.

Sobre Uniones Monetarias, el Euro y el manual de instrucciones

Decíamos en una entrada anterior (aquí) las tensiones que sufre el Euro por el asimétrico impacto que está teniendo la crisis entre los distintos países de la Unión Monetaria Europea. Mientras que un Euro fuerte beneficia, o no perjudica excesivamente a Alemania, por su capacidad (competitividad) exportadora, otros países ven como un Euro fuerte dificulta considerablemente sus comercio exterior. A la vista de lo cual una lectura rápida de la Unión Monetaria podría ser: ¡menuda castaña de diseño! Un producto pensado para durar una eternidad y a los 10 años, ante la primera dificultad, ¡menuda castaña de diseño. El «ingeniero» que lo pensó no debía andar muy fino. Sin embargo, otra lectura es posible. ¿hemos leído bien el manual de instrucciones? Lo mismo el producto estaba bien diseñado pero no lo hemos utilizado como se recomendaba. Habrá que ir pues al diseño teórico original; es decir, al artículo de 1961 de Mundell sobre las zonas monetarias óptimas.

En su propuesta teórica Mundell identificaba cuatro mecanismos de ajuste en caso de una perturbación asimétrica (la que afecta de forma distinta a las regiones), a saber:

  • flexibilidad de los tipo de cambio,
  • flexibilidad de precios y salarios,
  • perfecta movilidad de factores, y 
  • un sistema fiscal centralizado.

A partir de aquí identificó como área monetaria óptima (espacio adecuado para una unión monetaria y el establecimiento de una moneda común) aquel en el que el tipo de cambio nominal no es necesario como instrumento de ajuste; es decir, aquella región geográfica que, o bien sólo sufre siempre perturbaciones simétricas, o bien dispone de los 3 últimos mecanismos para hacer frente a las perturbaciones asimétricas. Hasta aquí la teoría.

En Europa pensamos que ciertos países podrían constituir una zona monetaria óptima, y en esas nos embarcamos con el Euro. Se establecieron los requisitos de Maastricht para ver quien podría entrar al club, con los que cumplieron se estableció la zona euro, la convertibilidad fija en 1999 y la circulación de monedas y billetes en 2002; por cierto de colores muy alegres y vistosos y con grandes prohombres europeos.
La pregunta es evidente, ¿Sufre todos los países las perturbaciones en el mismo sentido? Parece que no, a la luz de los acontecimientos de la última crisis. Las diferencias en las estructuras productivas y competitivad exterior, unido a diferentes estrategias de política económica ha hecho que los países sufran de forma radicalmente distinta los efectos de la crisis.
No obstante, sufrir perturbaciones asimétricas no implica no ser una zona monetaria óptima; aún quedan tres mecanismos de corrección. Pero, ¿Realmente es así?
Primero, los precios y salarios son ciertamente rígidos a la baja; véase, por ejemplo, como el fantasma de la deflación no ha aparecido y, a pesar, de la crisis de demanda los precios siguen subiendo. Segundo, la perfecta movilidad de factores es una mera ilusión en Europa; la legislación sobre la libre circulación de personas no elimina las barreras psicológicas, sociales, culturales y tecnocráticas que implicaría dicha movilidad. Por ejemplo, en Estados Unidos un trabajador empaqueta su casa en un par de días lo mete todo en el monovolumen y se despalaza de costa a costa. Aquí es impensable. Tercero, la centralización fiscal queda aún más lejos; aunque, a mi juicio, éste será el único camino que a largo plazo podrá garantizar la supervivencia del euro. La mejor respuesta ante los problemas de Europa en «Mas Europa».
En definitiva, el producto no es que estuviera mal diseñado sino que lo hemos querido aplicar a una realidad para la que no se pensó; no somos una zona monetaria óptima. Exculpemos al «ingeniero» jefe y hagamos casos de su propuesta inicial. Si queremos una moneda común ya podemos ir pensando en una política fiscal común. Los eurobonos podría ser un primer paso (aquí)
En el proceso de construcción Europea dejar de pedalear no implica quedarse en el sitio sino caerse.

Alemania, PIGS y la tensión del Euro

Para deformar un muelle es necesario dos fuerzas en sentido opuesto o bien que un extremo esté fijo. Esta imagen puede ser ilustrativa de las tensiones que está sufriendo la Unión Monetaria Europea. De una parte, Alemania se mantiene firme en su posición de control de la inflación y exigencias de disciplina fiscal (extremo anclado). De otra los, con muy mala leche denominados PIGS, se han visto sometidos a fuertes presiones especulativo-financieras en relación con la deuda soberana (extremo que estira). Ahora bien, si el muelle finalmente se deforma, ¿a quién habrá de atribuirse la culpa? Es cierto que no se deformaría si se redujese la fuerza que estira, pero también si el extremo anclado se moviese un pelín. ¿Que tal un poquito de inflación en Alemania para aliviar la tensión?

Alemania ha apostado claramente por tirar para adelante ella sola y beneficiarse de su enorme competitividad y de la inelasticidad de buena parte de sus exportaciones, con lo que un Euro fuerte no le hace mucho daño; más bien le beneficia pues aumenta sus ingresos exteriores. No obstante, la credibilidad de la unión monetaria le afecta y ha centrado todos sus esfuerzos en la disciplina fiscal de los países del Sur. El pacto de estabilidad y las reformas laborales se han convertido en el principal caballo de batalla de Angela Merkel. Que no digo yo que no. Pero las tensiones sobre el Euro, no sólo provienen de la debilidad fiscal (realidad objetiva) amplificada por razones financieras (realidad especulativa) de los países del sur más Irlanda, sino también de su apreciación como moneda internacional debido a las exportaciones alemanas, lo que dificulta aún más el cuadro macroeconómico de estos últimos, pues encuentran mayores dificultades para exportar.
Solución: pues un poquito de inflación alemana por encima de la media europea no vendría nada mal. Pero claro con este cuento no se puede ir al BCE, tan ortodoxo, disciplinado y germano él. Además,  puede que nos encontremos con el peor escenario posible, inflación importada en Alemenia por los incrementos de precios de sus importaciones Asiáticas; es decir, inflación importada y no derivada de una política monetaria expansiva.
En definitiva, en el caso de las tensiones del Euro, que cada palo aguante su vela.