Les comentaba en la entrada anterior… que hay cosas que el dinero no puedo comprar como el amor, la amistad o un premio nobel, pues el mero y simple hecho de sugerir la idea de la compra las destruye. No se puede alquilar un amigo (que preciara llamarse como tal) ni comprar un premio nobel (pues acabaría con su prestigio, como las sombras que se ciernen sobre el nobel de la paz). Por otra lado, hay cosas que el dinero puede, pero no debe comprar pues cuando los valores sociales o altruístas compiten con los valores económicos… siempre acaban perdiendo los primeros (poner un precio a la donación de sangre más que un estímulo que aliente la generosidad, implica un cambio en la lógica valorativa; habrá gente que por sentido social esté dispuesta a «sufrir» un pinchazo y una pérdida de tiempo, pero no por dinero). Estas reflexiones, no cuestiona el papel vital del dinero en unas economías de mercado, que tanta prosperidad (sin negar las sombras) generan. Más bien, precisan para lo que no sirve el dinero, a la vez que refuerzan para lo que sirve; básicamente para «engrasar» la economía a través del crédito bien utilizado y para asignar más eficientemente los recursos en el presente y entre el presente y el futuro.
La reflexión anterior sobre el «papel» del dinero y la responsabilidad de quien lo gestiona viene al hilo de la reciente decisión del BCE de dar un giro radical a su política monetaria. Por fin, ha decidido darle una utilidad que va más allá del mero medio de intercambio y abordar directamente uno de los principales lastres de las economías europeas (sobre todo del sur) en su camino hacia la recuperación: la deflación. El dinero no puede comprar la amistad; pero si puede puede resultar muy útil en la lucha contra la congelación de precios, que tanto sufrimiento está provocando, sobre todo en el Sur de Europa. En unas economías sobre-endeudadas y con escasa capacidad de consumo, la deflación profundiza la crisis al incrementar el coste de la deuda y posponer las decisiones de consumo. Es cierto que la inflación genera incertidumbre y supone una re-distribución aleatoria de la riqueza de los prestamistas a los endeudados, pero en la actual coyuntura moderados niveles de inflación aliviarían el peso de la deuda y no perjudicarían en exceso a los ahorradores; por lo que sería la menos mala de las alternativas. Las medidas del BCE no destacan por su valentía, pero es un primer paso en la dirección que muchos economistas venimos reclamando (aquí).
Dicen que los economistas, somos incapaces de anticipar el futuro y que lo que hacemos realmente bien es explicar el pasado. Pues bien, en algunos casos, como el que nos ocupa de la errónea-política-monetaria y excesiva-austeridad-fiscal el análisis es de manual de primero de economía y hace cinco años Krugman vino a España y ya nos contó que nos atásemos los machos, pues tocaba sufrir (aquí). Pienso, por tanto, que si las medidas se hubiesen tomado antes como hizo la FED americana, quizás parte del sufrimiento generado por la deflación salarial se podría haber ahorrado. Leo con estupor, por ejemplo, que el problema de la pobreza no sólo está asociado al desempleo, sino a los bajos salarios.
Por otra parte, en Alemania no deben andar muy contentos con Draghi; de hecho Merkel ya lo ha llamado para que pase por recepción. Alemania nunca ha querido escuchar ningún mensaje distinto al del euro fuerte (le beneficia en sus exportaciones, dada su inelasticidad) y al del supositorio fiscal que purgue a los perezosos y derrochadores países del sur. Nadie discute el derecho de la competitiva-disciplinada-eficiente Alemania a quejarse del Sur, pero estamos todos en la misma nave por lo que debemos consensuar el rumbo. La deriva nacionalista de la ciudadania europea en las pasadas elecciones es un claro toque de atención. Pero en esto Alemania anda muy, pero que muy despistada como ya he comentado (aquí, aquí, aquí). Una nave de la que Alemania, por cierto, extrae pingües beneficios dada su capacidad exportadora al resto de países miembros. En un estudio que estoy ultimando, se ve claramente como una de las principales beneficiarias indirectas de la política de desarrollo rural es Alemania, vía importaciones de bienes alemanes de los países beneficiarios de los fondos.
Bueno, para concluir, deseemos mucho ánimo a Draghi para que aguante dignamente el tirón de orejas de Merkel y, si es posible, tire para adelante con medidas «inflacionarias» más valientes.