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¿Cómo va la vida?

Soy un apasionado de la tecnología y, algo menos, de la economía (¿qué le vamos a hacer?).  Por eso decidí crear un grupo de etiquetas (lateral izquierdo) denominado EcoTechs, donde iré recogiendo herramientas tecnológicas (apps, webs interactivas…) de utilidad económico-docente. Algunas de ellas han sido ampliamente publicitadas y son bien conocidas en la blogosfera económica, otro no lo son tanto.
Traigo hoy una, recientemente puesta en marcha, por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que trata de medir «cómo nos va la vida» más allá del PIB. Numerosísimos filósofos sociales, economistas incluidos (menos, a decir verdad), y, sobre todo, el sentido común nos vienen alertando que el objetivo existencial del ser humano no radica en perseguir la riqueza, sino la felicidad, la armonía con uno mismo y con el entorno ambiental y afectivo que le rodea. Pues bien, si esto es así, medir el bienestar de una sociedad únicamente con índices económicos parece, cuando menos, incompleto y, en cualquier caso, sintomática de una cierta manera capitalista de entender las relaciones humanas (lo cual es bastante marxista, por cierto). En definitiva la «riqueza no es sinónimo de bienestar«. El Índice de Desarrollo Humano (IDH), la Felicidad Interior Bruta (FIB), el Índice del Planeta Feliz (IPF), el «Legatum Prosperity Index«, entre otros, intentan medir «lo que realmente importa y no sólo lo que reluce«.
A los anteriores índices se une ahora el «Índice para una vida mejor» que trata de «comparar el bienestar entre distintos países básandose en 11 temas que la OCDE ha identificado como esenciales para las condiciones de vida materiales y la calidad de vida». Lo he incluido en la sección EcoTechs pues la web te permite «jugar» con las estadísticas modificando la importancia que se otorga a cada uno de los 11 ítems. Por ejemplo, con la ponderación inicial España se sitúa en el nivel 20/36, pero si concedemos más importancia a la comunidad, la salud y el balance vida-trabajo ascendemos 3 puestos.
En definitiva, el «Better Life Index» nos proporciona una nueva estadística que viene a reafirmar que, aunque el dinero ayuda, realmente no da la felicidad; y que quizás, los humanos hemos perdido el sentido de «cuanto es suficiente«

¿Y si soy más rico de lo que pienso?… Comparativamente hablando

 Decía Keynes que «El problema político de la humanidad consiste en combinar tres cosas: eficiencia económica, justicia social y libertad individual”. Todas ellas deben desarrollarse paralelamente y en la proporción adecuada para evitar un crecimiento atrofiado de la humanidad. La eficiencia económica sin justicia social genera sociedades desiguales y «cuartos mundos» que son la vergüenza de las sociedades capitalistas avanzadas. La eficiencia económica sin libertad individual está relacionada con dictaduras y colectivismos que anulan la importancia del individuo sacrificado al bien de la comunidad (Ex-URSS o la China actual). El mismo sinsentido colectivista se da en situaciones de justicia social sin libertad individual (Cuba). La combinatoria a que da lugar los anteriores tres aspectos es múltiple. Habrá quienes defiendan la riqueza y el crecimiento económico por encima de todo lo demás, pues alcanzando éste lo demás viene dado. Para otros, es preferible menores crecimientos económicos pero más repartidos, pues el sufrimiento y explotación humana no compensa.
En cualquier caso el problema que plantea Keynes es pertinente en un día como hoy, dedicado al trabajo. Realmente, si lo pensamos despacio, el trabajo es uno de los factores determinantes en la solución del anterior problema. Un capital humano competitivo y trabajando (no en el paro) hace a un país más eficiente, lo que permite distribuir las ganancias de dicha eficiencia a través de los salarios y de mecanismos de protección social que, a su vez, permiten al ciudadano afrontar con autonomía y libertad sus proyectos vitales. Todo encaja, ¿no?. Pero la realidad dista mucho de ser así: hay desempleo masivo, explotación laboral y falta de libertades, escandalosas distribuciones de la riqueza… También hay sólidas clases medias, con trabajos adecuadamente remunerados y escenarios vitales que permiten una vida digna y libre, pero, desde luego, la mayoría de los más de 6 mil millones de habitantes del planeta no se encuentran en esas islas de bienestar, ni tiene fácil acceso.
Podríamos preguntarnos ahora, ¿dónde nos encontramos nosotros? Aunque la pregunta tiene un elevado componente subjetivo, el aspecto económico-monetario también es importante y una comparativa, en este sentido, no viene mal para reflexionar sobre «lo afortunados» que podemos ser. En Global Rich List, puedes ver cómo de rico comparativamente eres entre todos los habitantes del planeta.
Luego me cuentas.

El modelo Renta-Gasto pasado por agua.

Asistiendo a una conferencia en la Facultad de Economía de Cambridge, me encontré con una maquinaria ciertamente extraña para estar en un aula de Economía. A los pocos días, en una visita al Museo de las Ciencias de Londres, me topé con el mismo cacharro. En la etiqueta ponía «Phillip’s Economic computer» y según se describía era una máquina hidráulica para explicar el flujo circular de la renta. La máquina fue diseñada por el ingeniero, convertido en economista, Bill Phillips (1914-1975) y se construyeron 14 para dar clases de Economía. ¡Jesús, del amor hermosos! La pasión ingenieril británica no tiene límites, pensé. Abres un grifo, llenas una máquina de agua, ajustas unas válvulas según a los súbditos de su graciosa majestad les dé por consumir más o venirse a tomar el sol a Benidorm o a su gobierno por elevar los impuestos y ¡voila! tienes resumida la economía británica. Si no me creen, observen:

Y si les ha sabido a poco o les quedan dudas, aquí tienen una clase completa.
Para los alumnos y ex-alumnos de Introducción a la Economía, la idea les resultará familiar, pues la máquina representa el primer modelo sistemático de explicación de la realidad económica al que se acercan los alumnos al entrar en la aulas de cualquier facultad de Economía del mundo es el modelo Renta-Gasto que, en términos sencillos, relaciona la producción de un país con un múltiplo de la demanda esperada. Es decir, los empresarios producen lo que esperan vender a los consumidores, al gobierno y al resto del mundo. En otras palabras, la demanda que se espera en el siguiente período del ciclo determina la producción en el presente. O sea: Keynes en estado puro.
El modelo resulta atractivo por su capacidad explicativa a partir de unos supuestos sencillos y un álgebra aún más sencilla, tanto en economías simples como con sector público y exterior.
Hay quien considera que no es más que una formalización de la contabilidad nacional a posteriori y cuya presunta capacidad predictiva depende de algo tan intangible y poco cuantificable como los estados de ánimo (animal spirits); lo cual, en definitiva, no resultad de mucha ayuda para el que tiene que ajustar las válvulas (leáse el artífice de la política económica).
En cualquier caso, no me negarán que como innovación pedagógica mola un montón.

Estadisticas en el bolsillo

Estaba el otro día en clase de la Universidad de la Experiencia, hablando de la situación de España en el mundo, cuando los alumnos, impregnados de este pesimismo   económico-vital que nos envuelve, me preguntaron si éramos los primeros en algo. Los primeros no, contesté; pero sí estamos entre los 10 primeros en muchas variables; unas buenas y otras menos buenas. Me apunté la tarea para responderles a la semana siguiente y en éstas me encontré con la excelente app World in figures que «The Economist» ha puesto al alcance de un click; eso sí, por el momento  sólo la han desarrollado para sistema operativo iOS (iPad e iPhone).
Esta app es muy intuitiva y sencilla de utilizar y te permite tener de forma rápida y accesible datos estadísticos de más de 190 países, pudiendo establecer comparativas y viendo que lugar ocupa tu país en cada uno de los rankings.
Con esta manía que nos ha entrado en la civilización occidental por medir-comparar todo lo habido y por haber no está de más llevar los datos en el bolsillo e ir echando de vez en cuando un vistazo. Más que nada para saber donde estamos.
Por cierto, ya les decía que no estamos los primero en ningún ítem; estamos los segundos en un par, pero desde luego no son como para sentirse orgullosos. Luego me cuentan.