Pensé en titular esta entrada «Prostitución Académica», a secas, pero decidí aclarar el asunto entre paréntesis, pues los buscadores de internet los carga el diablo y no quiero que alguien, buscando otro tipo de contenidos, llegue hasta aquí y se sienta un tanto decepcionado por no ser mi foto la que esperaba encontrar.
A lo que vamos. Reordenando papeles en el despacho me he encontrado con un interesante artículo académico del año 2003 de Bruno Frey titulado «Publishing as prostituion? Choosing between one’s own ideas and academic success» El título del artículo resume excelentemente la tesis del autor y el problema que aborda. Pongámonos en antecedentes.
En el mundo anglosajón desde hace décadas y en el español, principalmente desde la reforma universitaria concretada en la LOU-LOMLOU, el éxito académico está directamente relacionado con la calidad de las publicaciones que uno pueda acreditar. Dicha calidad se suele medir por el factor de impacto; es decir, por el número de veces que el artículo y la revista en que aparece son citadas. Con estos números se construyen índices, convertidos en el patrón de medida de la excelencia académica. A mayor número de citas corresponde una posición más elevada en el índice y mayor influencia y prestigio. El índice más utilizado a nivel internacional es el de Thomson (Journal Citation Report). En España disponemos de uno elaborado por la Universidad de Granada (In-RECS).
En el mundo anglosajón desde hace décadas y en el español, principalmente desde la reforma universitaria concretada en la LOU-LOMLOU, el éxito académico está directamente relacionado con la calidad de las publicaciones que uno pueda acreditar. Dicha calidad se suele medir por el factor de impacto; es decir, por el número de veces que el artículo y la revista en que aparece son citadas. Con estos números se construyen índices, convertidos en el patrón de medida de la excelencia académica. A mayor número de citas corresponde una posición más elevada en el índice y mayor influencia y prestigio. El índice más utilizado a nivel internacional es el de Thomson (Journal Citation Report). En España disponemos de uno elaborado por la Universidad de Granada (In-RECS).
El autor sostiene que este sistema penaliza la creatividad científica. Dado que el éxito académico (y con ello tus habichuelas) depende de las publicaciones, existe un fuerte incentivo a escribir lo que la línea editorial de la revista está dispuesta a publicar y a realizar cuantos cambios en el artículo exija el evaluador anónimo (para publicar en una revista, el proceso habitual suele ser contar con el informe favorable de dos evaluadores anónimos). En algunos casos, los comentarios enriquecen el artículo, pero en otros, anulan algunas de las ideas principales; y sacar la dignidad a relucir puede ser una mala inversión.
El más conocido ejemplo es el del premio Nobel de Economía 2001 George Akerlof, cuyo artículo más emblemático «Market for Lemons» fue rechazado por la «American Economic Review» y la «Review of Economic Studies» por ser trivial y por el «Journal of Political Economy» por demasiado genérico. Finalmente, fue publicado por el «Quaterly Journal of Economics» convirtiéndose en uno de los artículos más citados de todos los tiempos.
En España, los requisitos de publicaciones establecidos por la ANECA obligan al profesorado a luchar contra el tiempo en una carrera por publicar como sea, diciendo lo que sea en revistas que se consideren de prestigio. De lo contrario peligra, y seriamente, la carrera como profesor. Flaco favor se hace a la ciencia con esta perspectiva tan cuantitativista y eficiente (no diré yo lo contrario) pero tan poco rompedora con el estado actual del conocimiento. Por cierto, y de la docencia ¿quien se acuerda?
PS. Agradezco a mi compañera MAD que me hiciera llegar tan estupendo artículo.