El modelo Renta-Gasto pasado por agua.

Asistiendo a una conferencia en la Facultad de Economía de Cambridge, me encontré con una maquinaria ciertamente extraña para estar en un aula de Economía. A los pocos días, en una visita al Museo de las Ciencias de Londres, me topé con el mismo cacharro. En la etiqueta ponía «Phillip’s Economic computer» y según se describía era una máquina hidráulica para explicar el flujo circular de la renta. La máquina fue diseñada por el ingeniero, convertido en economista, Bill Phillips (1914-1975) y se construyeron 14 para dar clases de Economía. ¡Jesús, del amor hermosos! La pasión ingenieril británica no tiene límites, pensé. Abres un grifo, llenas una máquina de agua, ajustas unas válvulas según a los súbditos de su graciosa majestad les dé por consumir más o venirse a tomar el sol a Benidorm o a su gobierno por elevar los impuestos y ¡voila! tienes resumida la economía británica. Si no me creen, observen:

Y si les ha sabido a poco o les quedan dudas, aquí tienen una clase completa.
Para los alumnos y ex-alumnos de Introducción a la Economía, la idea les resultará familiar, pues la máquina representa el primer modelo sistemático de explicación de la realidad económica al que se acercan los alumnos al entrar en la aulas de cualquier facultad de Economía del mundo es el modelo Renta-Gasto que, en términos sencillos, relaciona la producción de un país con un múltiplo de la demanda esperada. Es decir, los empresarios producen lo que esperan vender a los consumidores, al gobierno y al resto del mundo. En otras palabras, la demanda que se espera en el siguiente período del ciclo determina la producción en el presente. O sea: Keynes en estado puro.
El modelo resulta atractivo por su capacidad explicativa a partir de unos supuestos sencillos y un álgebra aún más sencilla, tanto en economías simples como con sector público y exterior.
Hay quien considera que no es más que una formalización de la contabilidad nacional a posteriori y cuya presunta capacidad predictiva depende de algo tan intangible y poco cuantificable como los estados de ánimo (animal spirits); lo cual, en definitiva, no resultad de mucha ayuda para el que tiene que ajustar las válvulas (leáse el artífice de la política económica).
En cualquier caso, no me negarán que como innovación pedagógica mola un montón.