Tras seis semanas de estancia en el centro de investigación de Ecología Industrial (IndEcol) de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) se acerca el tiempo de hacer balance. En mi caso, éste no puede ser más positivo. La estancia ha sido relativamente breve, y aun así ha habido tiempo suficiente para que se me amontonen, en torrencial desorden, aprendizajes, encuentros personales, conversaciones iluminadoras y experiencias que, indudablemente, Cronos filtrará, pero que, en su conjunto, me dejan la sensación de tiempo bien invertido.
Trondheim es una ciudad estupenda, en lo estético y en su ritmo vital: vibrante, turística, tranquila, cosmopolita, marítima, abordable a golpe de paseo, y orgullosa de su fiordo, su historia y su universidad. Quitados los contratiempos asociados a una climatología que te permite “disfrutar” de las cuatro estaciones en un mismo día y de un nivel de precios propio del país con la tercera renta per cápita más alta del mundo, la ciudad bien merece un alto en el camino.
En lo académico, visitar el programa IndEcol me ha permitido ver como se trabaja en un centro de referencia internacional en materia medioambiental. Desde tres perspectivas metodológicas -ciclo de análisis de vida, flujo de materiales y análisis Input-Output- un equipo multidisciplinar de estudiantes, investigadores y profesores tratan de diagnosticar y dar respuesta a los problemas que nuestro modo de vida desencadena en el planeta. Sin duda, es un programa de éxito, como avalan sus proyectos, publicaciones, ser editores europeos del “Journal of Industrial Ecology” y participar en la elaboración de los informes del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, publicar una base de datos de referencia multiregional como es Exiobase. Además, cuentan con unos programas de postgrado que atraen a alumnos de todo el mundo. Pero por encima de los anteriores méritos, que ya conocía previamente, la estancia me ha permitido descubrir un equipo humano que conjuga, en mezcla bien equilibrada, juventud, pasión, experiencia, sana presión competitiva y medios para llevar a buen puerto sus inquietudes.
Personalmente, fui invitado por el profesor Richard Wood, reconocido investigador en análisis Input-Output Medioambiental. Con generosidad, el profesor Wood me ha introducido en el “Análisis estructural de caminos” (Structural Path Analysis); una técnica que permite detectar aquellos “caminos” sectoriales por los que transcurren la parte más importante de los efectos negativos (o positivos) que se quieren evaluar. Esta técnica permite responder, por ejemplo, a la pregunta de qué sectores (y a través de que caminos) son los que más contribuyen directa e indirectamente al agua requerida o las emisiones de gases de efecto invernadero generadas para producir un bien de consumo cualquiera.
Finalmente, venir a un país como Noruega, que demuestra con hechos -99% de producción eléctrica con energías renovables, mayor número de coches eléctricos per cápita en el mundo, política de reembolsos por reciclaje …- y no sólo con discursos políticos “para-hacerse-la-foto”, te permite descubrir que el medio ambiente sí puede ser un tema prioritario en la agenda política y ciudadana.