El reto de la enseñanza de Economía

Recientemente un compañero me hizo llegar la carta pública de la Asociación de Estudiantes de Económicas de la Universidad Autonóma de Madrid, en la que denuncian la «profunda crisis en la formación de los estudiantes de Economía» (firmar); donde denuncian la abstracción intelectual y a-moralidad que la corriente Neoclásica ha impuesto en la forma de entender, estudiar, investigar y practicar la Economía. Opinan los alumnos que la mirada sobre el hecho económico propuesta en los planes de estudios covencionales, resulta claramente empobrecedora del «modo de ser» economista en el Siglo XXI.
La protesta de los estudiantes de Economía no es algo nuevo. En esta, como en otras revoluciones, Francia nos lleva la delantera. Ya en el año 2000, estudiantes franceses publicaron una petición contra el dogmatismo y la falta de realismo de la economía neoclásica, dando lugar al movimiento de Economía Post-Autística.
En el mismo sentido, el nada sospechoso y bien financiado «Institute for New Economic Thinking», del tiburón de las finanzas reconvertido en filántropo, George Soros, dedica uno de sus cinco programas de investigación (liderado por Robert Skidelsky) a reflexionar sobre el cambio en el currículum de la Economía.

Todo lo anterior viene a colación del brevísimo artículo (aquí) publicado el 2002 en la American Economic Review, por Robert H. Frank, (famoso autor del manual de referencia de Microeconomía), en el que cuestiona el modo actual de enseñar Economía, centrada en que los alumnos memoricen tangencias de curvas y complejas condiciones de equilibrio matemático. Se pregunta, si no sería más útil enseñarles a «pensar como economistas», centrando la docencia en conceptos (como el coste de oportunidad) que permitan al alumno observar la realidad de la economía cotidiana e interpretar las razones y los incentivos que mueven a los agentes en su desempeño económico. Para ilustrar la necesidad del cambio didáctico-docente, establece una interesante comparación con la evolución en el modo de enseñar idiomas. Décadas atrás todo se centraba en memorizar reglas gramaticales y vocabulario, con pésimos resultados, hasta que la enseñanza pasó a centrarse en habilidades orales que permitan desenvolverse con facilidad.

La propuesta de Frank es conseguir que los estudiantes de economía se conviertan en «economistas naturalistas«. Al igual que estudiar biología faculta para observar y maravillarse con el mundo natural, estudiar economía debería otorgar a los estudiantes una capacidad similar de observación  y de maravillarse con el entorno económico que les rodea. Para ello, puede ser más interesante responder a preguntas ¿porqué las aerolíneas cobran más por los tickets de último minuto, y los teatros actúan justamente al revés?, o ¿Por qué un fabricante de sanitarios dibuja una mosca común en el centro de los urinarios? que esforzarse en memorizar condiciones de tangencia.

Los éxitos de ventas de libros centrados en este enfoque denominado «economía-divertida» (economics-made-fun), nos deberían confirmar a los docentes que la economía SÍ interesa a la gente, SÍ puede maravillar a los estudiantes, pero nos empeñamos en convertirla en una «Ciencia lúgubre , no sólo por sus tétricos pronósticos (Thomas Carlyle dixit) sino también por la aburridísima pedagogía.