Así no, Mariano

Como ya dije anteriormente, en una de las entradas más leídas, los economistas aciertan cuando la realidad se comporta como el modelo, pero fracasan estrepitosamente cuando se olvidan de la dimensión histórico-institucional. El ejemplo de la transición económica de la Ex-URSS es paradigmático. Hace unos días veía una antigua entrevista a Gorbachov, en la que el antiguo dirigente se quejaba amargamente sobre como occidente se comportó: «hicimos lo que vuestros expertos nos dijeron». De todos es sabido cual ha sido el resultado: un estado desamortizado y vendido al mejor postor, con nulos beneficios sobre el común de los mortales. No digo yo que al final del túnel y con el desarrollo económico y la estabilización democrática, la población rusa no estará mejor que en el antiguo régimen; pero sí estoy convencido de que el camino tomado va a ser más largo y penoso que el que hubiera resultado de una transición menos liberal y más controlada.

La anterior disgresión sobre Rusia me sirve para insistir en que la realidad es muy tozuda. Dos años de recortes no han servido sino para profundizar en la crisis. Numerosos expertos, seguramente tan bien intencionados como los que asesoraron a Rusia, insisten en la vía de la austeridad para el crecimiento económico. Y así lo único que hacemos es tomar el camino más largo y doloroso. Tras los excesos, la purga era y todavía sigue siendo necesaria; pero ha de acompañarse de otras medidas.
Muchos repiten, con el ministro Montoro, «que no hay dinero» y que por tanto las medidas son inevitables. Pongo en duda la premisa: los inspectores de hacienda llevan tiempo advirtiendo del fraude fiscal, así como del incremento de las operaciones en paraísos fiscales. Pero, además, aunque se acepte la premisa «no hay dinero», no tiene por qué aceptarse la consecuencia de la austeridad y los recortes como única política posible. Existe otra alternativa, involucrar al Banco Central Europeo en la estrategia del crecimiento económico y no sólo sobre el control de la inflación. Que dicha práctica este explícitamente prohibida (Art 101 Tratado UE), no debería ser un problema ante lo extraordinario de las circunstancias. Otros artículos se han modificado en las sucesivas versiones del tratado constitutivo. Prestar dinero a los gobiernos endeudados o monetizar la deuda tiene efectos perversos sobre la inflación, pero ahora la inflación es el menor de nuestros males. Una expansión monetaria a través de los préstamos directos al tesoro puede dotar de la liquidez que necesita el sistema y así frenar la especulación y sacarnos de ésta por un camino menos doloroso que el de la austeridad-hacia-el-crecimiento.
Los mercados han olido sangre. Saben que España se va a dejar los higadillos (recortes y más recortes) para poder pagar y no dudan de los retornos, lo que, por el momento, les da unos pingües beneficios. El problema es que puede que aprieten tanto que la sangre deje de fluir. Entonces los de la sabiduría convencional dirán que el mercado pone a cada uno en su sitio. ¡Ya! 
Posiblemente el presidente del gobierno no tiene mucho margen de maniobra, pero sí puede, al tiempo que introduce reformas estructurales de hondo calado y de resultados a largo plazo, pelear por cambiar el status quo del Banco Central para hacer más fácil el camino a corto plazo.