El «melón» universitario: reformas y rankings.

Decimos en la Mancha que hay que tener cuidado con abrir un melón, que luego no se pueden cerrar. Pues bien, antes o después se veía venir que tocaría abrir el «melón» universitario. Por lo pronto se crea una comisión de expertos y se suben las tasas universitarias. Además se abre el debate sobre la calidad de la enseñanza universitaria española. A decir verdad, estoy de acuerdo con buena parte de los argumentos que alientan este camino reformista: sobredimensionamiento, elevada tasa de abandono universitario, prolongada permanencia de los alumnos, inadecuada estructura de tasas académicas, obsoleto planteamiento de la carrera docente e investigadora… Ahora bien, un argumento que me rechina especialmente es el de que España no cuenta con ninguna universidad entre las mejores del mundo (aquí y aquí). El dato es contundente y debe ser un indicador a tener en cuenta, pero que conviene matizar.

Primero.- «Los peligros de cualquier ranking«. Imaginemos que tenemos una clase con 25 alumnos. A la hora de escoger el método de evaluación podemos escoger entre que aprueben los 10 mejores o que aprueben todos los que superen el examen de conocimiento. ¿Que sistema cree el lector que es más justo y, además, racional? ¿Suspendería usted a quien demuestra los conocimientos necesarios sólo porque no está entre los mejores o más brillantes? Para que en una clase de 25, podamos seleccionar a los 10 mejores es matemáticamente necesario que haya 15 peores; lo cual sólo indica que están peor preparados en términos relativos pero no necesariamente en términos absolutos. A buen entendedor…
Segundo.- «La metodología del ranking«. Los ranking suelen sobre-ponderar la dimensión investigadora sobre la formativa o profesional; en buena parte debido a la facilidad de medición de la primera, en un claro ejemplo de que la disponibilidad del instrumental condiciona los resultados. En este sentido siempre me ha sorprendido que el prestigio de que gozan la Universidad de Comillas o la de Deusto entre la clase empresarial española no se refleje en una alta posición dentro de los rankings nacionales. ¿Se equivocarán los empresarios al permitir que formen sus cuadros de mando y pagarles además altos salarios?
Tercero.- «Las funciones de la Universidad«. La creación de conocimiento (lo que primariamente miden los rankings) es uno de los cuatro objetivos que la LOU-LOMLOU (Art. 1) atribuye a la universidad. Los otros tres son: formar profesionales, difundir el conocimiento en el ámbito universitario y fuera de él. Por tanto, no es de recibo evaluar toda la calidad universidad con arreglo a sólo uno de los cuatro objetivo. O bien cambiamos los objetivos o bien construimos indicadores más exhaustivos. En este sentido también sorprende que si nuestras universidades son tan malas (por no estar entre las 200 mejores) que nuestros egresados emigren a otros países europeos y encuentren de forma competitiva trabajos cualificados (medicina, enfermería, ingenierías…)
Sacralizar los rankings puede llevar a perder la perspectiva de que la universidad tiene otros tres objetivos distintos de la creación del conocimiento y no menos importantes. Si nos empeñamos en centrarnos sólo en el primero y establecemos la estructura de incentivos adecuada, seguramente lo conseguiremos a medio plazo; la calidad investigadora aumentará pero puede que la calidad formativa disminuya. Los profesores preferirán no salir de sus despachos y centrarse en escribir artículos en vez de atender alumnos y preparar unos buenos materiales docentes.