Hoy me publican en «Economía Digital » de LaCerca.com un artículo Adam Smith o el Apóstol del Capitalismo de libre mercado que nunca fue
La reciente crisis económica está elevando a Adam Smith al olimpo de los Dioses. Su “mano invisible” se ha convertido en el argumento de autoridad que avala la hipótesis de la eficiencia de los mercados y la subsecuente política económica de austeridad y desregulación que de ello se deriva. Sin embargo, nada más lejos de la realidad; no, al menos, cuando se hace una lectura más global de la obra de Smith.
Fascinado por el mecanicismo Newtoniano, Smith trató de encontrar una ley universal que explicara el funcionamiento del universo social al igual que la ley de la gravedad explicaba el funcionamiento del universo físico. Esta ley la encontró en las motivaciones individuales (pasiones y virtudes) que la Naturaleza imprimía en los seres humanos y que, sin pretenderlo, beneficiaban al conjunto de la sociedad. Smith consideró tres virtudes especialmente “dignas de admiración”: la justicia, la prudencia y la benevolencia. De hecho, el gran proyecto intelectual de Smith fue escribir un libro sobre cada una de ellas; una trilogía que explicara el funcionamiento del universo social, sus leyes motrices y los obstáculos en el camino hacia lo que él denominaba “sistema de libertad natural”, concebido como el último estadio natural y más perfecto en la evolución de las sociedades humanas caracterizado por libertad, la igualdad y la justicia. De los tres libros proyectados, sólo acabo dos: La Teoría de los sentimientos moralessobre la virtud de la benevolencia y La Riqueza de las naciones, sobre la virtud de la prudencia.
Se pregunta Smith en la Teoría de los Sentimientos Morales “¿cuál es el motivo de todo el esfuerzo y trajín de este mundo?” Obviamente, el primer motivo es satisfacer las necesidades de subsistencia (alimento, techo, vestido…); pero una vez cubiertas “¿cuál es el fin de la avaricia y la ambición, de perseguir la riqueza, el poder, la preeminencia?” La respuesta es categórica, el verdadero deseo de los seres humanos es “ser admirados, ser atendidos, ser considerados con simpatía, complacencia y aprobación”. Esto se puede conseguir buscando la sabiduría o la virtud, pero, principalmente lo que admira la gente es la riqueza.
La búsqueda del interés propio, tal y como la entendió Smith, no puede ser desligada de la virtud de la prudencia, que impide proceder de forma desordenada o arriesgada, ni de la virtud de la benevolencia que tiene en cuenta la situación del otro (empatía) y que nos impulsa a comportarnos siguiendo ciertos valores morales. La virtud de la justicia, por su parte, promueve a nivel interno (conciencia) comportarse de forma apropiada y a nivel externo (sistemas jurídicos) velar por el cumplimiento de las normas que garantizan el funcionamiento de la sociedad.
El Smith que surge de esta lectura global difiere claramente de la errónea caricatura, por simplificada, asociada al campeón del laissez-faire y apóstol del capitalismo, predominante en los manuales de economía y también en los medios de comunicación. Smith percibió claramente la paradoja implícita en el interés-propio: por una parte beneficia a la sociedad, pero también puede destruirla cuando no es moderado por las virtudes internas y por las instituciones externas… como la presente crisis se ha encargado de mostrar. ¿Quién sabe lo que opinaría Smith ante todo el esfuerzo desregulador de los mercados financieros que se ha hecho en su nombre?