Cuando la deuda pública parece que nos da un respiro y los mercados nos prestan más dinero a un precio menor (aquí), va el FMI y nos fastidia el desayuno. Por lo visto se ha filtrado un documento en el que el organismo financiero rebaja su previsión respecto al crecimiento de la economía española; de hecho no es una rebaja sino un cambio de signo. De afirmar hace 4 meses que España crecería al 1,7% (aquí) pasa a sostener que entrará en recesión los dos próximos años. Hasta la semana que viene no publicarán el informe oficial, pero ya vemos por donde pueden ir los tiros.
La pregunta realmente interesantes es qué ha ocurrido en el interín para que el FMI cambie tan drásticamente sus proyecciones. Pues o mucho me equivoco o la respuesta hemos de buscarla en el monumental ajuste fiscal que se está aplicando en la economía española. Este ajuste tendrá un impacto directo en la contracción de la demanda y, lo que es más preocupante, en las expectativas de la ciudadanía. Los agentes económicos no acaba de confiar en el efecto expansivo de la austeridad fiscal, principal argumento teórico subyacente a las políticas contractivas que se vienen aplicando desde el 2010. Políticas que parece que no acaban de funcionar. ¿persistir en el error no será errar dos veces? Esto me recuerda una conversación de hace un par de noches con un amigo que con mucho cinismo (leáse mala leche) me preguntaba: oye Fabiete, ¿con tantos economistas listos que hay en el mundo (también había mala leche en la omisión personal implícita al formular la pregunta) cómo es que no acabamos de salir de ésta?
Mi respuesta fue la que ya vengo dando, más o menos explícitamente, en este blog. Nos hemos empeñado en el control del déficit como principal política contra la crisis, esperando que el ajuste devuelva la confianza a los agentes privados, olvidando que el principal problema es la demanda, el crédito y la nula inflación. El dinero que las autoridades monetarias inyectan en la banca no llega a los hogares pues prefieren utilizarlo para recapitalizarse o comprar deuda pública (lo de que el BCE preste barato a la banca para que ésta preste más caro a los gobiernos es para nota) y el dinero que llega a los hogares se ahorra en espera de tiempos peores o se utilizar para pagar deudas con lo cual no moviliza nueva producción. ¿Qué hacer pues? Mi propuesta, sabiéndome del guión, de los textos cuasi-bíblicos que proponen los manuales de economía convencional sería: Línea de crédito ilimitada a interés 0 por parte de las autoridades monetarias para que las administraciones públicas puedan pagar las deudas ya contraídas (no para nuevas).
Nota.- si constitucionalmente el BCE no puede hacerlo (Art. 101), pues se cambia la constitución UE, pues «la ley está hecha para el hombre…» o bien se hace a través de otros intermediarios (FMI)
Las ventajas serían:
- Introducir liquidez en la economía.
- Minorar el déficit público, debido al menor coste de financiación.
- Acabar con la incertidumbre de los proveedores del sector público.
- Leve inflación que desapalanque en parte las economías domésticas y las empresas.
Los posibles inconvenientes
- Descontrol de la inflación.
- Pérdida de competitividad exterior; aunque vemos que en el contexto internacional llevamos las de perder en la competencia vía precios.
- Riesgo moral del derroche público; al final viene alguien y paga la factura de la fiesta.
Creo que los dos primeros son asumibles dado el nivel de desempleo y las nulas perspectivas de crecimiento.
En relación con el «riesgo moral», creo que se ha aprendido la lección de que en época de auge el Estado debe ahorrar, y no derrochar suntuariamente, para cuando vienen mal dadas; siendo entonces el momento de gastar. Y si los políticos no lo han aprendido, pues se aplican con rigor las leyes de estabilidad. En cualquier caso, errores pasados no debe estar permanentemente lastrando el futuro. La factura de la fiesta hay que pagarla como sea y cuanto antes y pasar página y si cierta heterodoxia monetaria nos puede ayudar a salir de ésta, pues bienvenida sea.