Sobre la «casta» política

Comentaba en una entrada anterior (aquí), al hilo del caso Berlusconi, que la defenestración de un político por parte de los mercados no es el orden natural de las cosas en las democracias occidentales. Un político dimite por voluntad propia o por la presión popular pero no debería dimitir por la presión de los mercados.(materializada en el diferencial de deuda). Otra cuestión bien distinta es que se lo tenga merecido y que buena parte de la ciudadanía italiana duerma más tranquila con Mario Monti al timón. Pero en democracia, las formas son importantes, muy importantes.
Lo anterior, sin embargo, no exime de exigir responsabilidad a la clase política. Los casos de corrupción se suceden en las cabeceras de los periódicos dejando en la ciudadanía la sensación de que los políticos se lo han estado llevando crudo; de que este es un país de amiguetes (quien no tiene padrino…), de despilfarro y obras faraónicas, de clientelismo, de que el que venga detrás que arree… y no es así; o al menos yo así lo quiero creer. Entre administración local, comarcal (según casos), provincial, regional, nacional y europea son miles los políticos de este país, muchos de ellos no remunerados (administración local) que ejercen su cargo con vocación de servicios a sus ciudadanos. No obstante, la amplificación mediática de los escándalos, su relativamente gran número y lo escabroso de los detalles oscurece ese labor y provoca que los ciudadanos metan en el mismo cesto de la casta-política-privilegiada-e-insensible-a-los-problemas-del-ciudadano a todo cargo electo. Y esto no es justo.
Ahora bien, donde sí veo una culpa colectiva por parte de la clase política es, primero, en no apartar con la suficiente diligencia las manzanas podridas del cesto y, segundo, en anteponer sus problemas e intereses corporativos, orgánicos y electorales a los del interés general del país. Estas dos actitudes son las que, a mi juicio, explican el desapego y distanciamiento de los españoles hacia su clase política.
No puede ser que con la que está cayendo los ciudadanos perciban a la clase política y a los partidos como el tercer gran problema del país (aquí) y no como la solución. Algo no funciona.