Si algo está dejando claro la señora Merkel estos días-semanas es que hay dos cosas de las que no quiere ni oir hablar y mentárselas es mentarle a la bicha, a saber: los Eurobonos y la posibilidad de monetizar la deuda (que el BCE compre deuda pública de forma ilimitada). Las razones, a mi juicio, son principalmente tres de índole económico y una de índole pedagógico-punitivo. Empecemos por las económicas. En primer lugar, hay que señalar el pavoroso miedo a la inflación que campa por aquel país (el trauma de la hiperinflacción, el caos económico y su influencia en la llegada del nazismo ha quedado grabado de forma indeleble en la psicología colectiva alemana). En segundo lugar, no debemos olvidar la racionalidad maximizadora de beneficios que les lleva a preferir endeudarse más barato individualmente que más caro colectivamente; la pela es la pela. En tercer lugar, Alemania quiere preservar el interés de su banca con grandes cantidades de deuda soberana de dudosa solvencia y salvar los trastos lo más que pueda. Todas ellas razones muy ortodoxas y muy respetables.
Ahora bien, a mi juicio, la principal es el deseo de disciplinar a los díscolos y perezosos vecinos del sur que andan de fiesta en fiesta, viviendo a crédito por encima de sus posibilidades y queriendo dilatar el momento en que llega el cobrador del frac a base de nuevos préstamos. Si mamá Merkel viene ahora con la eurochequera, paga los desperfectos de la fiesta y simplemente da una reprimenda a los niños puede que éstos se lo tomen a chunga y vuelvan a las andadas. Por eso, dice que no paga hasta que no mejoren su compartamiento. (Esto es lo que los economistas llamamos técnicamente problema de riesgo moral).
Varias cuestiones habría que indicarle a la señora Merkel al respecto.
- Primero, que el problema del riesgo-moral-país es importante pero no lo es menos que el riesgo-moral-banca TBTF (too big to fall) y, sin embargo, parece que el tratamiento ha sido completamente distinto. Los rescates billonarios desde el 2008 parece que no duelen al bolsillo; máxime cuando alguna porción del déficit fiscal se debe a esos rescates.
- Segundo, el ambicioso y utópico proyecto de la Unión Europea, que Jean Monnet supo condensar en una preciosa frase (no coaligamos estados, unimos hombres), y que ha permitido el mayor período de paz y prosperidad en toda la historia de Europa, no puede construirse sólo en torno al mero concepto economicista de «¿Cuanto pastel me toca? o ¿qué hay de lo mío?».
- Tercero, Alemania parece querer empujar al díscolo Sur al abismo con intención terapéutica; es decir, sólo cuando veamos el precipicio bajo nuestros pies nos pondremos en serio a trabajar (reformas, austeridad…). En otras palabras quiere meter miedo pero no nos dejará caer, porque no le interesa. El problema es que cuando se juega tan al borde, alguno puede tropezar y caerse.
Si creemos, de verdad, en el proyecto de los «Estados Unidos de Europa» (Churchill Dixit) la actitud no puede ser dejar caer al rezagado. Como, de hecho, Alemania no hizo con sus hermanos del Este, aunque le costara incurrir en enormes déficits. Ya sabemos que el cáncer de pulmón lo provoca el consumo de tabaco y por esos invertimos en educar contra el tabaquismo; ahora bien, no se le niega la atención médica necesaria cuando el fumador cae enfermo y todos corremos con el gasto, aunque sea exclusivamente culpa de quien decidió comprar una cajetilla de tabaco (riesgo-moral-tabaco) . Pues esto es parecido, hay que educar en la disciplina fiscal, el esfuerzo, la austeridad… y en vigilar que todos remamos en la misma dirección pero si alguien se cae del barco hay que lanzarle un flotador antes que permitir que se ahogue. No vale el argumento de que así la barca más ligera. Si todos nos beneficiamos del Euro, todos tenemos que remar.
Señora Merkel, ¡hay que estar a las duras y las maduras!