El año 2011 va a dejar un triste recuerdo en los libros de historia económica; la crisis lejos de remitir se está recrudeciendo, alimentada con episodios especulativo-financieros de incierto origen. No obstante, también pasará a la historia por ser el año en que numerosos movimiento sociales a «indignarse» y hacer manifiesta su indignación ante la dictadura del mercado. Esta «contraofensiva social» verifica la tesis que ya defendiera Karl Polanyi, en su excelente libro «La Gran Transformación«, publicado en el año 1944 y convertido en un clásico de la sociología económica. Pollanyi disecciona la experiencia histórica de la transición al capitalismo en Inglaterra para reflexionar sobre cómo la economía de mercado y la sociedad se han ido modelando mutuamente en un proceso caracterizado por dos movimientos opuestos: el movimiento del laisezz-faire hacia la expansión de la economía de mercado y la resistencia de la sociedad frente al dominio absoluto de la mercantilización en todas las facetas de la vida. Fred Block lo resume de una forma muy gráfica en la estupenda introducción al libro: «Polanyi sostiene que la creación de una economía de mercado autorregulada requiere que los seres humanos y el ambiente natural se conviertan en simples mercancías, lo que asegura tanto la destrucción tanto de la sociedad como del ambiente. En su opinión, los teóricos de los mercados autorregulados y sus aliados empujan de forma constante a las sociedades humanas al borde de un precipicio. Pero conforme se hacen evidentes las consecuencias de los mercados irrestrictos, los pueblos se resisten; se niegan a actuar como lémures que marchan por un acantilado hacia un suicidio colectivo. En lugar de esto, se apartan de los dogmas de la autorregulación de los mercados para salvar de la destrucción a la sociedad y la naturaleza. En este sentido, podría decirse que el desarraigo del mercado es similar a tensar una liga gigante. Los intentos de dar mayor autonomía al mercado aumentan la tensión. Si se estira más esta liga, se romperá -lo que representaría la desintegración social- o la economía regresará a una posición de mayor arraigo»
El detonador fundamental del la gran transformación fue la mercantilización de lo que Polanyi acuñó como mercancías ficticias (frente a mercancías reales) caracterizadas por no estar originariamente destinadas al mercado, como son la tierra, el trabajo y el dinero. El deterioro ambiental, social y económico no es sino la consecuencia de convertir en meras mercancías unos elementos, cuya función natural nunca fue el serlo. Dicha mercantilización introdujo, y este es un elemento esencial, el principio de la ganancia y no la simple satisfacción de nuestras necesidades vitales, como el leitmotiv de la actividad económica, lo que terminó por desvirtuar la sociedad como un espacio de convivencia, y libertad. En palabras de Polanyi:»La unidad tradicional de una sociedad cristiana estaba siendo sustituida por una negación de la responsabilidad por parte de los ricos, en relación con las condiciones de sus semejantes… Los académicos proclamaban al unísono que se había descubierto una ciencia que dejaba fuera de toda duda a las leyes gobernantes del mundo del hombre. Fue en aras de esas leyes que se eliminó la compasión de los corazones, y que una determinación estoica de renunciar a la solidaridad humana en nombre de la mayor felicidad del mayor número obtuvo la dignidad de una religión secular» «El mecanismo de mercado se estaba afirmando y reclamando su terminación: el trabajo humano debía convertirse en una mercancía»
No obstante, pese al pesimista diagnóstico, Polanyi ve elementos para la esperanza en la resistencia de la sociedad frente al avance del mercado…
… y si estamos atentos, nosotros también podemos verlo. Movimientos sociales como el del 15M o el de Stop Desahucios son un auténtico canto de resistencia de la sociedad frente al dominio total y absoluto del principio de la ganancia y de la economía de mercado.
Es cierto que el mercado es eficiente, no seré yo quien dude de ello; pero como Stiglitz acertadamente advierte en el prólogo, las condiciones para que los mercados generen por sí mismos resultados eficientes son tan estrictas, que al no cumplirse en la realidad es necesario regular e intervenir para evitar que la apisonadora del principio de la ganancia acabe con cualquier atisbo de humanidad en nuestra sociedad. Es cierto que el equilibrio libre mercado-intervención es difícil y además la fórmula en la que ambos deben combinarse varía según las circunstancias de cada tiempo y lugar lo que convierte la gestión de la economía en una especie de alquimia. No obstante, dicha combinación, si bien imperfecta es la única fórmula que hasta el momento ha demostrado cierto éxito.