A raíz de las crisis financiera global que todos estamos sufriendo, se está empezando a hablar de un concepto realmente interesante: «Los crímenes económicos contra la humanidad» (Aquí). ¿Veremos algún día sentados en el banquillo de los acusados a todos aquellos que de forma consciente contribuyeron a crear una burbuja que, al explotar, derivó en la actual crisis? Ciertamente hemos visto a algunos presuntos responsables sentados en las comisiones de investigación del Congreso de los Estados Unidos, pero todo ha quedado en el mal trago que algunos hubieron de pasar ante la dureza de las preguntas de algunos congresistas y la exposición pública de sus desorbitadas ganancias y lujoso nivel de vida.
Los orígenes y desencadenantes de la crisis han quedado relativamente bien explicados: a) la desregulación financiera que permitió a las entidades financieras elevar los niveles de inversión y riesgo en relación con sus activos; b) la «fabricación» de unos productos financieros basura, envueltos en lujosos paquetes de derivados financieros que se vendía a un precio muy superior al activo que escondían, todo ello avalado por agencias de rating; c) La intervención de los gobiernos (nacionalización de las pérdidas) para no dejar caer a las grandes entidades financieras por sus potenciales efectos desestabilizadores globales (demasiado grande para caer).
Los responsables directos de la desregulación y de la venta fraudulenta de productos basura tienen rostro, nombre y apellido y no son millares de brokers, sino unas decenas de personas que diseñaron una compleja ingeniería financiera para vender algo por encima de su justo precio. Ocultaron la información de lo que «realmente» estaban vendiendo y el aval de las agencias de rating sancionó ese precio artificial. No puedo juzgar si fueron conscientes de la potencial capacidad de destrucción/desestabilización financiera; posiblemente no, pero ello no les exime de su responsabilidad; pues sabían que vendían engañando.
Según la Corte Penal Internacional un crimen contra la humanidad es «cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, cometido como parte de una ataque generalizado o sistemático contra una población civil». Es cierto que la crisis financiera global no tiene su origen en un ataque con armas convencionales; pero a la vista de los acontecimientos y las dramáticas consecuencias para millones de ciudadanos quien podría dudar que las «subprime» podría lícitamente considerarse como «armas de destrucción masiva». Si hemos invadido países por armas que no existen, ¿cómo no vamos a poder juzgar a los responsables de esta nueva modalidad de «armas de destrucción masiva» en su versión financiera? El efecto pedagógico de estos juicios y el mensaje lanzado al mundo, seguramente, disuadirá a futuros maquinadores financieros y daría tranquilidad y respeto por la justicia al resto del común de los mortales.