Tenemos el panorama geopolítico y geoestratégico internacional que nos merecemos; el mismo que hemos ido construyendo, poco a poco, a golpe de «realpolitik»; de estrategias cortoplacistas; de pensar sólo en la dimensión práctica y material de la realidad (¿habrá marxistas encubiertos en los ThinkTank neocon?)
Las relaciones con el mundo árabe son un ejemplo de manual. Se apoya a dictadores y se les pasea como amigos de occidente. Interesan por su papel estabilizador en la zona, por su suministro energético y por ser unos excelentes compradores-pagadores de armas. El problema que tienen los dictadores autocráticos es que no sabes nunca por dónde te van a salir. El férreo control de la población y el culto al líder les empieza a afectar la sesera y, a partir de ahí… incontrolables. Pasó antes; pasa ahora.
Con urgencia, se busca desesperadamente el apoyo de la Liga Árabe para que la actual intervención en Libia, por razones humanitarias que no dudo, tenga legitimidad en el mundo árabe y no aparezca como una invasión imperialista occidental.
Así no se puede. Hay que apostar por unas relaciones internacionales más Kantianas, basadas en una legalidad consensuada y aprobada por todos (la ONU es un chiste) y que se respete a rajatabla, con independencia del oportunismo del momento.
Cuando estudiaba pensamiento político siempre me gustó más Kant que Maquiavelo. Menuda ingenuidad pensará Kissinger, que a base de realpolitik consiguió un nobel de la paz. 🙁