2020-2023
Proyecto PID2019-105045GB-I00, convocatoria I+D+i 2019
Financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (2020-2023)
Investigador principal: Fernando Quesada
Las humanidades ambientales definen un campo transdisciplinar que procura tender un puente entre las ciencias y las humanidades, entre lo material y lo sensible. Una de sus máximas es entender que lo humano es solo un agente más entre otros que configuran el ambiente o environment a partir de la crítica del Anthropos, fundamentalmente prestando atención a la desigualdad estructural que caracteriza el proceso actual de desarrollo del bienestar humano. El Antropoceno es un concepto geológico que recientemente se ha transferido a las humanidades primero, y a las prácticas arquitectónicas y artísticas inmediatamente después. Se trata por tanto de un campo de investigación y práctica absolutamente interdisciplinar.
Si en el siglo XIX la teoría científica, sociológica y cultural predominante fue que el ambiente moldeaba al humano, al ser el humano parte del reino animal, la modernidad del siglo XX revirtió esta relación, siendo el humano el diseñador del ambiente, para bien o para mal. El título de este proyecto alude a un famoso ensayo del teórico cultural ultraconservador Hans Sedlmayr llamado Verlust der Mitte (pérdida del centro) de 1948. Este mítico ataque contra la modernidad se lamentaba de la pérdida de centralidad del Anthropos en el mundo industrial, visible en las nuevas estructuras descentradas del arte moderno.
Para las humanidades ambientales la humanidad es un agente más en una red más amplia de agencias activas en la configuración del ambiente, que incluye a no humanos y a agentes inertes y carentes de vida. Y uno de los desafíos es hasta qué punto el desplazamiento propuesto por las humanidades ambientales puede culminar en el orden económico dominante, el del capitalismo extractivo. Como sucedió anteriormente con el marxismo, el feminismo o los estudios postcoloniales, el ambientalismo no conoce una única disciplina como nicho (la ecología o la biología), sino que necesariamente se despliega en la totalidad de campos del saber. Un buen ejemplo de ello es la evidente conexión que existe entre la historia de la extracción de recursos, el colonialismo y el imperialismo; una historia que necesita, para poder ser relatada, la confluencia de la geografía, la historia, la ciencia política, la economía, el arte, la arquitectura y el urbanismo. Este sencillo ejemplo demuestra que la separación entre lo artificial y lo natural realmente nunca ha existido, que no tienen historias paralelas, sino que se coproducen. El ambiente, el capital y las economías extractivas están entretejidas en narrativas que las humanidades y las prácticas artísticas pueden y deben desentrañar críticamente.
La etimología de ambiente anterior al siglo XIX sugiere unas relaciones profundas con estrategias militares y con nociones dialécticas como peligro y protección, hostilidad y comodidad, o conflicto y seguridad. Son pares de conceptos que resuenan poderosamente con las preocupaciones actuales que el neoliberalismo ha puesto en juego, proponiendo la necesidad de ambientes seguros, administración del riesgo o consenso frente a disenso.
Algunas pensadoras radicales del ambiente como Isabelle Strengers han calificado de “primera historia” el impulso de movilización de personas, naturaleza y recursos, una movilización impulsada por la economía del crecimiento. Strengers invita a construir y habitar una “segunda historia” cuyo primer paso es el reconocimiento pleno de la condición indeseable e insostenible de la anterior por lo que, junto a otras intelectuales relevantes de este campo, como Donna Haraway, llama a “sostener el problema”. Ese reconocimiento es el primer estadio en el que nos encontramos hoy, e implica la construcción de narrativas y relatos nuevos. Pero construir relatos no es suficiente. Partiendo del entendimiento del Antropoceno, o Capitaloceno, como un sistema de poder, aprovechamiento y re/producción de la red completa del ambiente vivo, es posible construir posturas críticas, por ejemplo vinculando la historia de la tierra con la vida humana y animal bajo el modo capitalista de producción de extracción, analizando los efectos del capitalismo fósil en la urbanización y la naturaleza con el cambio de las fuentes de energía del agua al motor de explosión, subrayando la dependencia de las ideologías del crecimiento respecto a la disponibilidad de energía, recursos, mano de obra o comida barata, así como señalando la naturalización de la obsolescencia. Este proyecto busca identificar e investigar formas de práctica de las artes vivas y la arquitectura que operan según estos registros críticos.
Equipo investigador:
Fernando Quesada (UAH), José Antonio Sánchez (UCLM), Óscar Cornago (CSIC), Ramón del Castillo (UNED), Isis Saz (UCLM) y Victoria Pérez Royo (UNIZAR)
Equipo de trabajo:
Rosario Piñango (UCM), Uriel Fogué (U. Europea), Ana Harcha (U. de Chile), Susana Velasco (UPM), MAría Teresa Muñoz (UPM), Rosa Casado (UCLM), Mike Brookes (Aberystwyth University), Carl Lavery (University of Glasgow), Edwin Culp (U. Iberoamericana), Raúl Hidaldo (UCLM), Elena Blázquez (UCLM), Ignacio de Antonio (UCLM), Jaime Vallaure (UCLM), Ramiro Palacios (U. Valladolid), María Jerez (UCLM), Diana Delgado-Ureña (UCLM), Silvia Zayas (UCLM), Janaina Carrer (UCLM), Andrés Carretero (U. Valladolid), Paloma Bianchi (U. Federal de Santa Caterina), Leyla Dunia Parra (UCLM)