La Situación. Entrevista a Horacio Fernández

Leyla Dunia. 2016

Leyla Dunia: La Situación (1) comenzó en octubre de 1992 a partir de las discusiones de un grupo de profesores de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca ¿Cómo surge la idea para organizar el encuentro?

Horacio Fernández: Se trataba de generar un foro de debate crítico para tomarle el pulso a la escena artística contemporánea, también por supuesto un debate creativo. Una hipótesis importante del planteamiento organizativo era que el debate no debía de ser teórico, nos parecía importante darle la palabra a los artistas y no hacer la típica discusión entre gestores culturales, comisarios de exposiciones y críticos de arte, que normalmente nunca hablan de arte. Coincidimos en hacerlo de esa forma y los organizadores que éramos Ángel González y yo, ejercimos una función de presentar las mesas y ser una suerte de mediadores, en un debate fundamentalmente artístico.

L.D.: Tanto La Situación (1) organizada en 1993 como la de 2016, se preguntan acerca del panorama artístico actual; en el caso de 1993 la reflexión estaba delimitada al contexto español ¿cuál era la situación del arte en 1993 cuando España atravesaba la peor recesión económica que había vivido hasta la fecha?

H.F.: Coincidía que en aquel momento hubo una crisis económica fuerte, fue el año de tantas cosas exageradas como los Juegos Olímpicos en Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, y empezó a haber una crisis económica importante después de años en que las cosas iban relativamente bien y se había creado una actividad más o menos grande. Se abrían centros artísticos y se hablaba de un arte español

1 Réquiem para Walter Benjamin, citado por Suely Rolnik en la conferencia ‘Furor de Archivo’ impartida en el Hemispheric Institute of performance and politics.

‘La tarea que nos cabe en el presente es revolver en el pasado los futuros enterrados’1

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contemporáneo particularmente rico, pero aquello era algo que ahora se le suele llamar una burbuja, esto era algo que se discutía en las reuniones que podíamos tener con otros artistas, porque eran preocupaciones colectivas que estaban flotando en el aire. La idea de la burbuja es importante porque normalmente el punto de ebullición lo notan antes lo que participan de ella pero se les llama pesimistas. En aquel momento, los periódicos y las revistas daban una gran importancia al arte, se reseñaban todas las exposiciones, había la manía de crear centros de arte contemporáneo en todas las provincias y pueblos. Había una gran mentira en la que parecía que el arte tenía importancia, ya alguna gente pensaba en el medio artístico que esa situación tenía que repensarse y que no parecía tan segura.

L.D.:¿Por qué deciden organizar La Situación en una ciudad que podríamos denominar como periférica dentro del circuito oficial artístico y en una Facultad de Bellas Artes?

H.F.: Era el espacio que teníamos, fue algo pragmático. Las instituciones públicas más grandes probablemente no estaban por la labor para organizar ese evento o a lo mejor incluso no habían advertido los cambios que iban a suceder, que fueron muy claros. Realmente de aquella escena artística española no queda nada, las galerías de entonces han desaparecido, algunos de los centros de arte también o se han convertido en espacios vacíos, el mercado me da la impresión que tampoco se sabe qué ha sido de él. Todo lo que se había creado aparentemente se estaba descalabrando, por lo cual un encuentro de estas características no se podía hacer desde un ámbito institucional, sino desde un espacio más bien como debería ser una Facultad de Bellas Artes, un lugar de encuentro e intercambio.

L.D.: ¿En ese momento impartías clases en la Facultad?
H.F.: 
Si, yo entré en el año 1988, daba historia del arte contemporáneo e historia de la

fotografía.

L.D.: ¿Cuál era el estado de la enseñanza artística en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca en aquel momento?

H.F.: En aquel momento la facultad estaba en un estado excelente, pero las facultades de bellas artes tienen un problema que es la renovación del profesorado, si no va cambiando se anquilosan, es un problema universal que sucede en todos lados, a lo mejor en otro tipo de facultades la renovación no es imprescindible pero en las de bellas artes si. En aquellos años, el profesorado estaba fresco, era muy voluntarista, tenía carisma. La Facultad funcionaba muy bien, cuando se creó en 1986, quien hacia las contrataciones eran artistas de una generación mayor y no estaba todavía el nepotismo clásico universitario, había una comisión de artistas que buscaban a la gente y le proponía dar clases. La gente trabajaba con muchas ganas, muchas horas, mucha dedicación y aquello fue por varios años bastante bueno, el espíritu era muy positivo en

aquel momento. Por supuesto, como en todos lados, había gente más entregada y gente menos entregada.

L.D.: ¿Los estudiantes se implicaban en los eventos y actividades de forma masiva?

H.F.: Con los estudiantes también teníamos una cosa estupenda, no se había producido la multiplicación de facultades que luego sucedió, como resultado de la burbuja la gente pensaba que podía vivir del arte y entonces teníamos gente de todo el mapa. Luego esa situación ya no era tan clara, si un chico quería dedicarse a una actividad creativa ya no pensaba en el arte, pensaba en otras cosas distintas.

L.D.: ¿Cómo estuvo estructurado el encuentro, había algún tipo de programa o planteamiento previo?

H.F.: Había un programa de actos, de reuniones y de encuentros, y ese programa se cumplió muy bien. Hicimos una infraestructura logística para los viajes y alojamientos. Procuramos organizar las mesas de trabajo sabiendo que la gente se iba a sentir cómoda con sus compañeros y dando la oportunidad al público de intervenir de forma espontánea. Sin embargo, no se hizo una estructura de hacer conclusiones o redactar una memoria final entre todos, eso ni se nos pasó por la cabeza. En el hipotético caso que hubiera ocurrido debería haber salido de los mismos artistas, pues no estaba planteado así, la intención era tomarle el pulso o la temperatura al terreno.

L.D.: Es decir, que en retrospectiva no había expectativas de extraer conclusiones como resultado del debate y como resultado no las hubo

H.F.: Expectativas era difícil tener, porque no era un programa cerrado sino mesas redondas en las cuales se invitaba a la gente a que trajera una comunicación. No era fácil saber la comunicación que iba a traer porque se hizo con completa libertad, y además con una idea inspirada en el trabajo de los situacionistas, de ahí el nombre de La Situación, que el curso y la temperatura de los hechos tenia que venir dado por los artistas pero no dirigido, porque eso hubiera sido intervenir o forzar las conclusiones y esa fue una pretensión que ni Ángel ni yo tuvimos en lo absoluto. Pensamos que La Situación se definiría a si misma y por tanto la gente que participara en ella tenía que expresarse libremente con un modelo asambleario, ese era el esquema. Como idea a lo mejor no estaba mal pero en la práctica no salió muy bien. Como organizadores, una de las conclusiones de La Situación de 1993 fue que evitaríamos en el futuro los brindis al sol, porque luego hicimos otras ediciones en 2001 y 2002, aprendimos que había que evitar hablar de nada y hacer más bien exposiciones y presentaciones de obra.

L.D.: ¿Por qué no salió muy bien? ¿Qué significó este encuentro para las escena artística española y los estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca?

H.F.: Nada en absoluto, una ocasión perdida para hacer lo que no se hizo, fue un fracaso y demostró que la escena era todavía mas débil de lo que pensábamos. Porque con excepciones por supuesto, y excepciones muy destacadas, los artistas que participaron no tuvieron el menor interés en debatir sobre el arte, sino intereses egoístas. Se insistió mucho en la necesidad de los artistas de ser protegidos y estar subvencionados, y todo ese tipo de cosas que los que estábamos ahí nos quedábamos estupefactos porque no estábamos a favor. A pesar de que teníamos todo el registro decidimos que no debíamos publicarlo, porque en el fondo no dejaba una buena impresión de la gente que había sido convocada para hablar de arte y de la situación de ese momento, y ellos en cambio utilizaron la oportunidad para quejarse porque no tenían galería o el estado no les daba un piso. Esa no era la pretensión del encuentro, se puede entender que expresen reivindicaciones pero estas eran particularmente muy egoístas. Esas otras situaciones que hicimos si pudieron significar algo en la escena artística, porque ayudamos a producir algún tipo de trabajos y sobretodo conseguimos audiencia para esos trabajos. Eso fue una conclusión de La Situación que a lo mejor puede ser también de ésta.

L.D.: ¿Alguna otra conclusión que rescatarías de los debates y comunicados que tuvieron lugar en 1993?

H.F.: Hubo algunas reflexiones -que insisto fueron muy pocas, porque el tono general era de queja y resentimiento- de personas que hablaron, por ejemplo, de cómo elaborar obras con materiales humildes, hubo un manifiesto brillante firmado por varios artistas en defensa del dibujo, en el que se hablaba de que en un momento en el que parecía que todo estaba lleno de cuadros inmensos y grandes instituciones había que recurrir a un tipo de trabajo donde se visibilizara más el gesto, el individuo, los rasgos, otras cosas. No sé si esto es extrapolable, pero ese tipo de defensas de aspectos particulares del quehacer artístico y encontrar lo medios de volver a generar o alcanzar el aplauso o al menos la curiosidad del público, es mucho más interesante que decirle al público lo que ya sabe, porque esa historia de que el artista es el abanderado de las causas es terrible, los artistas buenos toda la vida se han movido en campos completamente distintos. El arte contemporáneo es muy burgués, es decirnos lo que esperamos en estos ámbitos comunicativos, por supuesto se producen excepciones, pero no las vas a ver en galerías o instituciones, porque ellos están encantados con este tipo de lenguaje complaciente.

L.D.: Fomentaron un encuentro y debate esencialmente entre artistas y para artistas, ¿por qué les parecía necesario eliminar en la medida de lo posible la mediación de otros agentes?

H.F.: Bueno, nosotros queríamos crear las condiciones para que eso ocurriera, había que invitarlos, llevarlos a Cuenca, los fondos que teníamos se destinaron para este tipo de gastos, otra parte a las exposiciones. Hicimos una convocatoria y todo el que quiso venir vino, se hizo con la pretensión de ser muy abierto de tal manera que algunos artistas que vinieron no tenían una obra desarrollada del todo, pero eso no era un obstáculo.

L.D.: En el 2008 inició una crisis global tras la caída del banco Lehman Brothers en Estados Unidos, para España también significó el final de la segunda burbuja inmobiliaria, la crisis bancaria, el aumento del desempleo; estamos en el medio de una crisis migratoria crítica, la guerra en el medio Oriente. El encuentro La Situación de 2016 apunta a una reflexión sobre el estado de excepción permanente y la situación de precariedad como lo cotidiano ¿qué piensas que podemos hacer desde el arte?

H.F.: Creo que el tipo de respuestas que se pueden dar a las situaciones a través de la actividad creativa son muy variadas y en la práctica se hacen y se deben hacer a través del trabajo y no de declaraciones, porque las declaraciones son el terreno de demagogia política. Me parece que mas allá de lo que podamos compartir con esas declaraciones llevarlo al terreno del arte es un brindis al sol, vas a conseguir aplausos, pero en la práctica no sirve de mucho. Quizás la manera desde el arte es el hacer, esto consiste en producir obras, de las muchas maneras en que hoy se pueden producir obras, porque probablemente las herramientas de trabajo de los artistas se han ampliado, desgraciadamente no tengo esa sensación y creo que en buena medida el espacio artístico está ocupado por teóricos aburridos y pasados de moda enfrascados en tópicos. Estamos en el mundo de la corrección política y ver al arte en ese mundo me produce profundo rechazo. Los artistas no nos tienen que decir que hay cosas que están mal, eso ya lo sabemos.

L.D.: ¿En tu opinión los artistas no deberían resolver sus preocupaciones políticas en el terreno de la práctica artística?

H.F.: Es una opinión, pero yo creo que el arte no se dedica a resolver problemas de expresión de los artistas, el arte es más bien algo que amplia la experiencia de los seres humanos y los artistas son los que se dedican a esas cuestiones. Si nos cuentan sus problemas eso probablemente no es arte en ningún caso, si nos cuentan en cambio cosas que no hemos sido capaces de descubrir o no sentimos, están cumpliendo su papel intelectual y social, que tengan ideas y se expresen por si mismos es algo banal, porque eso lo hacemos todos, es ir un poco más allá, e ir un poco más allá es una aspiración que debe tener el arte y que yo creo que en buena medida muchos artistas han renunciado para contarnos su problemas personales, que además no son tan originales porque todos los tenemos. Si el arte se vuelve político, en el aspecto sencillo de la palabra político, se convierte en nada, si es una cosa más rica entonces si estoy de acuerdo. Si al fin y al cabo el arte expresa opiniones políticas que además son las consabidas, ningún artista tendría la valentía de expresar opiniones de antipatía, sino que dicen lo que hay que decir, lo que cualquiera diría, para mi eso no tiene ningún interés, un artista que me cuenta lo mismo que oigo en otros ámbitos no creo que sea artista, si me cuenta algo que ya sé no creo que en ello haya ningún arte. Lo que se llama o no arte lo decidimos siempre el público, y esta es una de las pocas profesiones

en las que uno se puede llamar a si mismo artista, es una cosa rarísima, para las demás profesiones en la práctica son necesarios una serie de contrastes.

L.D.: ¿Entonces el artista debería ser un generador de conocimientos y experiencias, y no un comunicador de opiniones subjetivas?

H.F.: Es una posibilidad, generador de conocimiento, de experiencia, de revisiones no vistas; el campo de la actividad artística es muy amplio, enorme, y lo de menos es justamente lo que quizás está de moda ahora, que es decir lo mismo que los demás de otra manera, creo que tiene que ver con una época complicada muy narcisista en la que los temas de identidad se han convertido en protagonistas. Esto no es una cosa reciente, son temas que ya llevan en el tapete mucho tiempo, son planteamientos gastados. Pienso que el mundo del arte debería plantearse muy en serio el problema de por qué no tiene público y por qué cada vez el arte le interesa menos a la gente. El arte contemporánea se ha desligado muchísimo del público porque ha caído en la banalidad y en una teoría vacua y ridícula, donde se repiten las mismas cosas una y otra vez.

L.D.: El subtítulo de La Situación 2016 es ‘Arte por venir’, en tu opinión ¿qué podemos avistar en el horizonte?

H.F.: Bueno, no traje la bola de cristal. Yo trabajo más en el ámbito de la fotografía y ahora mismo hay una nueva generación espléndida de fotografía en España, hay cosas que da la sensación que están teniendo vida y crecimiento y cosas que parece que no. Quizás vendrán algunas reivindicaciones de cosas pasadas por alto, los cambios en las herramientas de trabajo consiguen resultados creativos interesantes. Llevamos una temporada larga viviendo grandes cambios en herramientas de trabajo, en particular en la tecnología, en algunos casos estas cosas han producido resultados mas visibles y hay esferas de la creatividad que se han renovado de forma magnífica gracias a esto. Otras esferas no tanto, pero a lo mejor es pronto todavía para verlo, a mi modo de ver, el arte del por venir estará mas ligado a las esferas tecnológicas, pero no desespero en absoluto, todo lo contrario, de que la larga tradición del arte unida a la actividad personal, a cierto tipo de artesanías especializadas, en las cuales se demuestran sensibilidades, se mantengan. Lo más probable es que tengamos de todo, estas cosas son humanas, son las personas las que las hacen, también pudiera ocurrir que a nadie le interese el arte y entonces muera naturalmente, espero que no, desde luego no me hace ninguna ilusión.


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