Leyla Dunia. 2016
Leyla Dunia: La Situación (1) comenzó en octubre de 1992 a partir de las discusiones de un grupo de profesores de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca ¿Cómo surge la idea para organizar el encuentro?
Ricardo Cadenas: En ese momento gran parte de la plantilla de profesores, además de impartir clases, estaba participando de manera muy activa en un panorama de la práctica artística, cuyo núcleo se situaba, sobre todo, en Madrid. Nosotros veníamos una parte de la semana a trabajar a Cuenca, la facultad estaba en un edificio muy distinto al actual y en ese contexto, debatíamos nuestras inquietudes e impresiones, junto a un Madrid efervescente. La idea de La Situación fue generar un gran debate, un gran evento, pensado para ampliar y alimentar la discusión en torno a las prácticas artísticas. Entre nosotros había una energía capitaneada o inspirada por el profesor, historiador, escritor y ensayista de arte Ángel González García, que era el que tenía más experiencia y ponía la voz más clara en medio de las emociones y las ganas de polémica de todos los demás.
L.D.: Podríamos decir entonces que eran un grupo de artistas y amigos preocupados por ciertos temas, que decidieron traer ese debate a la facultad de Cuenca y abrirlo a los estudiantes, junto con un grupo de artistas invitados.
R.C.: Si, efectivamente.
1 Réquiem para Walter Benjamin, citado por Suely Rolnik en la conferencia ‘Furor de Archivo’ impartida en el Hemispheric Institute of performance and politics.
‘La tarea que nos cabe en el presente es revolver en el pasado los futuros enterrados’1
L.D.: Tanto La Situación (1) organizada en 1993 como la de octubre de 2016, se preguntan acerca del panorama artístico actual; en el caso de 1993 la reflexión estaba delimitada al contexto español ¿cuál era la situación del arte en 1993 cuando España atravesaba la peor recesión económica que había vivido hasta la fecha?
R.C.: En 1993 se vivía cierta resaca motivada por la explosión de los años ochenta. Durante ese tiempo, con el afianzamiento de indudables logros en el terreno de la cultura, se había generado un clima muy diverso, muy rico, y sobre todo, con muchas expectativas por parte de los artistas, que aspiraban a un debate y unas prácticas mas allá del territorio español. Quizá estas aspiraciones no se consolidaban del todo, fundamentalmente por una gestión no demasiado afortunada, tanto desde el ámbito público como del privado. La situación, pues, empezaba a mostrar síntomas de un anquilosamiento con el que no estábamos de acuerdo. El poder institucional, salvo excepciones, entendía las prácticas artísticas, básicamente, como propaganda -más o menos como ahora-. En el ámbito privado sobre todo se especulaba, se inflaban los precios, se atendía a una dosis de espectáculo, un tanto gaseoso, que desde luego no contribuía a la elaboración de un tejido adecuado para el coleccionismo, para las prácticas más nuevas, para la cultura, en definitiva.
L.D.: ¿Cuál era el estado de la enseñanza artística en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca en aquel momento?
R.C.: La Facultad era relativamente reciente. Había surgido en 1986 gracias a un proyecto del gobierno de Castilla-La Mancha, cuya principal novedad era la de incorporar como docentes a artistas con una participación muy activa en el panorama del momento. El carácter experimental del proyecto, en cuanto a contenidos y prácticas que estaban relacionados con lo que ocurría en el ámbito del arte, parecía estar asegurado. La caspa y la endogamia que, salvo honrosas excepciones, dominaban las facultades de arte españolas -las de Sevilla y Madrid, por ejemplo- parecían quedar atrás. La máquina burocrática de los gobiernos, de la propia universidad, ha ido desvirtuando en cierta medida esta situación inicial de la Facultad, ideal en muchos sentidos, sobre todo en los aspectos de relación entre las prácticas artísticas contemporáneas y el mundo académico.
L.D.: ¿Cómo recuerdas tu participación en La Situación de 1993?
R.C.: Una serie de artistas y profesores de aquí estuvimos coordinando todas las actividades y publicando fanzines que hacíamos entre todos. Yo estuve de moderador en una mesa, con Isidoro Valcárcel Medina entre otros, en la Iglesia de San Miguel. Recuerdo que hubo de todo, desde preguntas interesantes formuladas por estudiantes, hasta protestas airadas y excéntricas hechas por alguna gente al fondo de la sala.
L.D.: El evento de 1993 se hizo con la intención de generar un debate completamente abierto en cuanto a lineamientos temáticos, basándose en la idea de los situacionistas, querían llegar a algún lugar con los debates pero sin guiar a los artistas en cuanto a la temática, y conversaba con uno de los organizadores que el modelo no funcionó del todo, habría que preguntarse qué tanto se puede construir sin algún tipo de estructura
R.C.: Bien, por una parte, a “La Situación” del 93 le faltó una mínima estructura teórica que, quizá hubiera facilitado más claras y fértiles conclusiones en torno a los problemas habituales de la práctica del Arte en este País. Esto es, la producción, la incidencia, la exhibición, y por supuesto la venta de obras artísticas. Por otra parte, esa actitud inicial muy libre, heterogénea, y abierta a cualquier disciplina, bastante acorde con el espíritu de los tiempos que corrían -recordemos aquella estupidez llamada “Post-Modern”- no era más que el reflejo de lo que había, de lo que se hacía, todo bajo la influencia de cierto entusiasmo, un tanto ingenuo, pero que lo impregnaba todo. La organización y las características del reciente encuentro, también llamado “La Situación”, ha partido de premisas más estructuradas, que revolotean en torno a ese género que conocemos como Arte “Político”, pero que tal vez, y sin ánimo de generalizar, tampoco nos lleva a un terreno del todo fértil. Quizá los aspectos sociales y literalmente reivindicativos de la práctica artística, que obviamente a todos nos parecen bien, a veces suponen límites, y encierran -a veces, insisto- cierta contradicción. Con todo esto quiero decir que entonces y ahora, había algunas cosas positivas y, sobre todo, muchas negativas.
L.D.: Comentaban en otra entrevista que el debate en muchos de los artistas, estuvo muy enfocado a la queja individualista, por ejemplo los artistas se quejaban por no tener galería o subvenciones…
R.C.: Si, efectivamente. Tiene que ver con cosas que hemos comentado antes. Por una parte, el poder público, los gobiernos, que no daban importancia a la cultura. Por otra, los galeristas y su afán por rentabilizar, sin establecer del todo el tejido adecuado. El ejemplo de Barceló, y aquí me refiero a los artistas, fue funesto.
L.D.: ¿Qué conclusiones rescatarías de entonces, consideras que se cumplieron los objetivos de ampliar y alimentar el debate en torno a las prácticas artísticas contemporáneas?
R.C. El problema de las mesas redondas, a mi juicio, es la tendencia a mostrar un discurso excesivamente personalizado; sin verdaderas intenciones de diálogo. Los artistas tenemos mucho ego, y una y otra vez caemos en reivindicaciones con un marcado acento personal, que la mayoría de las veces no culmina en soluciones, por así decirlo, de carácter “global”. En aquella “Situación” del 93, todo habría funcionado mucho mejor si hubiera predominado un mayor tono de solidaridad, no tanto desde una perspectiva humana, sino sobre todo intelectual. Un mayor compromiso con el trabajo de todos, algo tan necesario siempre en este país.
