LA UNIVERSIDAD para VETERANOS y para NOVELES

Mi incorporación a la universidad fue realmente inesperada.
Año 1 antes de la uni.
Después de haber vivido en Inglaterra cerca de dos años regresé a Madrid con las ideas más claras y un pensamiento por encima de todo; ¡independencia! del núcleo familiar, claro.
La única forma de conseguirlo sin sentirme victima de la especulación era irme a vivir a un chalecito que tienen mis padres en un pueblecito de Toledo. Los comienzos, como todos, unas gotas de miedo y muchas de ilusión, conseguí mi primer trabajo dando clases de inglés para los niños del pueblo, compartí piso y vivencias, en definitiva coseché nuevas experiencias y sobre todo amistades que aún me duran. Una de esas tardes toledanas en la terracita de un bar “hablando por no callar”, surgió la idea de cómo darle uso y beneficio a mis dos años de penas y glorias pasados en Inglaterra y eso unido a mis queridos niños…. la tenía a 15 km de distancia, exactamente en la Universidad de Toletum.
Y qué casualidad, era el mes de septiembre y justamente se iniciaba la apertura del segundo plazo de matriculación, ¡esto prometía y mucho! Tuve que moverme como una abubilla (cosa a la que siempre he estado acostumbrada desde mi más tierna infancia), investigué varias posibilidades para entrar en la Escuela de Magisterio en la especialidad de Lenguas Extranjeras pero sólo quedaban dos plazas… ¡mi gozo en un pozo…! al ver que tenía casi las mismas posibilidades de entrar ese año en la uni como las de que el Atleti ganara la liga, me puse a pensar en el próximo curso pero la verdad, sabe Dios dónde estaría y en qué nuevas aventuras me embarcaría.
Como si de una persona hipnotizada se tratara, remití la documentación que me solicitó la universidad desde Madrid. Por correo, pensando… total ¿Qué tengo que perder?
Cuál fue mi sorpresa, cuando ¡me adjudicaron una de las últimas plazas!
Casualmente por haber estudiado FPII. Para que luego digan que el FP es como el derecho, el que vale, vale… y el que no…. ¡¡Y vaya si me valió!!, jajajaja… en noches enteras de codos y nuevas experiencia universitarias a mis 30 añitos…..
Pues ahí estaba yo con mis 30 añitos recién cumplidos dispuesta a comerme los libros, las clases, los exámenes, menos a los niñitos recién llegados del insti, a todo lo que se me pusiera por medio para conseguir mi sueño. Prejuicios y prejuicios, siempre nos pasa igual y siempre sabemos rectificar a tiempo ¡eso sí! Gracias a esos niñitos y niñitas, o esos no tan niños o no tan niñas, o esos veteranos o veteranas, o esos profesores y profesoras, gracias a todos ellos, me fui empapando de lo que llaman el “espíritu universitario”. Espíritu que ya a mis 18 añazos pude tener la opción de contagiarme pero por motivos económicos, pues en aquellos tiempos mis padres no podían pagarme los estudios, tuve que cambiar los libros por la azada y mi tiempo en la Universidad duró “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on de rox”. Bueno, ¡no se me acaba el mundo! bueno tal vez un poco sí, me tocó ser mayor antes de tiempo pero no hay mal que por bien no venga, adquieres experiencia laboral, maduras, ves todo desde otro perspectiva, en definita te buscas la vida siempre para intentar mejorarla pero sin olvidar nunca el firme propósito de volver a pisar un campus.
Cuánta y cómo es la experiencia de un joven estudiante y un veterano mandril…
Para el joven de 18 ó 20 añitos, la Uni… ¡la uni es la bomba! Soy mayor, empiezo a ser independiente, mi carnecito de conducir fresco, nuev@s amiguit@s, fiestas, fiestas y más fiestas hoy de primaria, mañana de infantil, esto es pasarlo bien, y luego en épocas de examen… encerrado y a hincar codos para aprobar.
Para el veterano sin embargo… ahora a mis treinta y poquitos te tomas la enseñanza de una forma muy diferente, ves la carrera más que como un meta como una salida…profesional, tomas más notas de los conocimientos adquiridos ya no sólo para aprobar un examen sino para aprender, sí, sí para aprender, adquirir conocimientos por el puro placer de adquirirlos y es más, hasta te sientes mejor si además los compartes con tus congéneres.
Evidentemente tiene sus múltiples inconvenientes, es muchísimo más difícil ya que ahora sí que eres adulta e independiente de verdad, con todo lo que eso conlleva económica y responsablemente. Tienes una vida que a los 18 soñabas con tener después de tu fiesta de graduación, es decir, tu casa, tu coche, tus amigos, tu pareja, tu pareja definitiva, tus HIJOS, etc… Y si además lo aderezamos con diez horitas de curro pues…
El tiempo lo valoras mucho más, normal lo llevas pegado siempre y con él tienes que compartir todo, ir a la oficina, hacer la compra, recoger la casa, cocinar la comida, la cena, y yo soy porque no tengo nenes ( ¿los hombres cuentan?) que si no, me imagino estudiando en sueños o algo así.
Así que me pondré mi traje de abuelo cebolleta y os aconsejaré; jóvenes, aprovechad todos los recursos disponibles al máximo y seguid contagiados del espíritu universitario, no lo perdáis nunca, la vida da muchas vueltas, la vuestra las dará, pero si contáis con una buena base académica las vueltas os marearán mucho menos y sin necesidad de biodramina.
Para los veteranos como yo, ánimo, somos gente luchadora que se merece lo que busca, no os rindáis nunca.
Mi última reflexión, lo que sí puedo decir es que he tenido dos visiones temporales del concepto Universidad y sabéis espero tener alguna otra visión más. se me viene a la cabeza una idea parecida a la visión que tuvo John Forbes Nasch, o lo que es lo mismo, Russell Crowe en la peli de “Una mente maravillosa”.
Celsa Izquierdo – 3º Magisterio LLEE.

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